El cielo es mi único límite♥.

Gracias por haber entrado
Espero que te guste todo lo que leas en este blog, porque es mi pequeño espacio. Iré publicando todas las novelas que escriba o adapte, y también iré creando posts parecidos a los de Tumblr.
{Belieber&Directioner} Si eres un hater, puedes volver por donde has venido, no creo que aquí haya nada que te interese.

jueves, 5 de enero de 2012

Algún día veré a Justin en un supermercado...

Comprando tranquilamente...

Entonces me verá a mí:

Y pasará por delante mío, mirándome así:

Y yo fuera estaré:

Pero por dentro:

Entonces él me pedirá si me quiero casar con él... y acabaremos así.
                                             

Química Perfecta {27} «Adaptada»

~ Justin ~
Sigo mirando sus largas piernas, voy a acabar provocando un accidente.
Me siento algo incómodo con ella, porque todavía sigo teniendo presente el sueño que tuve la otra noche. Suerte que no se ha dado cuenta. La miro y no puedo evitar sentirme nervioso, algo más de lo que debería. No estoy acostumbrado a sentir esto. Tampoco estoy acostumbrado a interesarme ni preocuparme por nadie, pero con ella no puedo evitarle. Parece como si fuera por ahí proclamando que es frágil, y que necesita protección. No sé qué somos ahora mismo, ni tampoco sé hacia dónde nos llevará esto. Porque tengo claro que no se trata de una simple atracción. No, claro que no. Es mucho más que eso.
— ¿Cómo está tu hermana? — le pregunto para cambiar de tema.
— Muy bien. Le caíste genial, Justin. Está deseando ganarte otra vez a las damas.
Sonrío. Ella también me cayó muy bien a mí.
— ¿En serio? Bueno, dile que me dejé ganar. Estaba intentando impresionarte.
— ¿Perdiendo a las damas?
— Funcionó, ¿verdad? — digo, encogiéndome de hombros.
Reparo en que no deja de colocarse el vestido, como si necesitara ponérselo buen para causarme buena impresión. Con la intención de disipar sus nervios, le recorro el brazo con los dedos antes de cogerla de la mano.
— Dile a Shelley que volveré para la revancha. — le digo.
Ella se vuelve hacia mí y me mira con sus resplandecientes ojos azules.
— ¿En serio?
— Por supuesto. — le sonrío.
Durante el trayecto, intento mantener una conversación intrascendente. Pero no funciona, no soy el tipo de chico al que le gusten ese tipo de conversaciones. Me alegro de que ___ parezca contenta aunque estemos en silencio.
Poco después, aparco delante de una casa de ladrillo, pequeña, de dos plantas.
— ¿La boda no es en la iglesia?
— No. Helen quiere casarse en casa de sus padres.
Le rodeo la cadera con el brazo cuando nos acercamos a la casa. No sé por qué razón, pero tengo la necesidad de presumir de ella.
Tal vez en el fondo sea cierto que soy un neandertal. Cuando entramos en la casa, nos llega música procedente del patio, y hay gente ocupando cada centímetro del espacio. Compruebo la reacción de ____, preguntándome si ha sido transportada por arte de magia a Canadá. Mi familia no tiene casas enormes con piscinas como a las que ella está acostumbrada.
Henrie y algunos de mis primos nos dan la bienvenida a gritos. Todos hablan en su argot, no sé si ___ los entiende. Estoy acostumbrado a que mis tías me besuqueen sin parar y que mis tíos me den vigorosos manotazos en la espalda. Pero no creo que a ella le haga mucha gracia aquello. Me acerco a ___ para que sepa que no me he olvidado de ella. Empiezo a presentarle a toda la familia, pero me doy por vencido cuando comprendo que no hay manera de que recuerde todos los nombres.
— ¡Eh! — exclama una voz a nuestra espalda.
Me vuelvo y veo a Ryan.
— ¿Qué pasa? — le saludo, dándole una palmada en la espalda. — ____, seguro que ya conoces a mi mejor amigo del instituto. No te preocupes, sabe que no tiene que decirle a nadie que te ha visto aquí.
— Mis labios están sellados.
— Hola, Ryan. — dice ella con una sonrisa.
Bob se une a nosotros, con su esmoquin blanco y una rosa roja en la solapa. Recibo a mi futuro primo con otra palmada en la espalda.
— ¿Qué pasa, Justin? ¿Vas a presentarme a tu amiga o qué?
— ____, este es Bob. Es el pobre que… quiero decir, el afortunado que va a casarse con mi prima Helen.
____ y Bob se abrazan, y después Ryan entabla una estúpida conversación con él.
Cojo a ____ de la mano y la llevo afuera. Un grupo toca música en directo. Aunque nos hayamos adaptado bien, seguimos manteniendo nuestras costumbres. Hay mucha comida, las familias son numerosas y todos estamos muy unidos. Y nos encanta movernos al ritmo de la música que llevamos en la sangre.
— ¿Ryan es tu primo? — me pregunta ____.
— No, pero le gusta pensar que sí. Charles, esta es ____. — informo a mi hermano cuando llego a su lado.
— Sí, ya lo sé. — dice Charles. — Recuerdo haberos visto en pleno intercambio de saliva.
____ se queda muda por la sorpresa.
— Ten cuidado con lo que dices. — le advierto, dándole una colleja.
____ me pone la mano en el pecho.
— No te preocupes, Justin. No tienes que protegerme de todos.
Charles adopta una postura presumida.
— Es cierto, hermanito. No tienes que protegerla. Bueno, tal vez de mamá sí.
Se acabó. Llevo a mi hermano a un lado y me enzarzo con él en una discusión.
— Lárgate y no molestes.
¿Está intentando estropearme la cita? Charles se dirige a la mesa, resoplando.
— ¿Y tu otro hermano? — pregunta ____.
Nos sentamos en una de las muchas mesitas alquiladas que hay en medio del patio. Coloco el brazo sobre el respaldo de su silla.
— Louis está ahí. — digo, señalando un rincón del patio, donde mi hermano es ya el centro de atención de todas las niñas gracias a su imitación de animales.
____ tiene la mirada puesta en los cuatro niños de mi prima. Todos tienen menos de siete años y corretean por todos lados. Marissa, de dos años, ha decidido que no estaba a gusto con su vestido y se lo ha quitado, arrojándolo a un lado del patio.
— Seguramente pensarás que no son más que un puñado de ruidosos insoportables.
Ella sonríe.
— No. Me parecen un puñado de gente que se divierte en una boda al aire libre. ¿Quién es ese? — pregunta cuando un chico vestido con uniforme militar pasa a nuestro lado. — ¿Otro primo?
— Sí. Paul acaba de regresar de Oriente Medio. Aunque no lo creas, antes era miembro de una pandilla. Antes de ser soldado, estaba muy metido en las drogas.
Ella gira la cabeza de inmediato para mirarme.
— Ya te lo dije, yo no consumo drogas. — le aseguro con decisión, deseando que me crea. — Y tampoco trafico con ellas.
— ¿Me lo prometes?
— Sí. — respondo, recordando la noche en la playa en la que estuve tonteando con Alice. Aquella fue mi última vez. — No importa lo que hayas oído, me mantengo alejado de todo eso. Es algo muy serio.
Mi prima Helen aparece finalmente con un vestido blanco de encaje, y la ceremonia da comienzo. Mientras recitan los votos, me quedo detrás de ____ estrechándola entre mis brazos, arropándola suavemente.
— Y yo os declaro, marido y mujer. — recita el sacerdote. Los novios se besan y la gente prorrumpe en aplausos. ____ me aprieta con fuerza la mano.
~ ____ ~
Está claro que Bob y Helen están locamente enamorados, y eso hace que me pregunte si alguna vez estaré tan enamorada de mi futuro marido.
Pienso en Shelley. Ella nunca tendrá marido, ni hijos. Sé que mis hijos la querrán tanto como yo. Nunca le faltará amor. Pero, en el fondo, me pregunto si anhela aquello que nunca tendrá: un marido, una familia propia.
Volviendo a Justin. Sé que no puedo verme envuelta en asuntos de pandillas y quién sabe en qué cosas más. Yo no soy así. Pero este chico, situado justo en el centro de todo aquello que rechazo, está conectado a mí como nadie lo ha estado nunca. Sé que mi misión es ayudarle a cambiar de vida, para que algún día la gente pueda decir que somos la pareja perfecta.
Cuando empieza a sonar la música, rodeo a Justin con los brazos y apoyo la cabeza sobre su pecho. Él retira los mechones de mi cuello y me abraza mientras nos balanceamos al ritmo de la música.
Me siento bien ahora mismo, en sus brazos.
Un chico se acerca a la novia con un billete de cinco dólares.
— Es una tradición. — explica Justin. — Está pagando por bailar con la novia. Lo llaman el baile de la prosperidad.
Observo, fascinada, como el chico sujeta los cinco dólares a la cola del vestido de la novia con un imperdible.
Alguien le grita algo al chico que baila con la novia y todos estallan en carcajadas.
— ¿Qué ha dicho tan divertido?
— Dicen que le ha puesto el billete demasiado cerca del trasero.
Miro a las parejas que hay en la pista de baile e intento imitar sus movimientos mientras me dejo llevar por la música. Cuando la novia deja de bailar, le pregunto a Justin si él también va a bailar con ella.
Cuando me dice que sí, le animo a hacerlo ahora.
— Ve a bailar con Helen. Mientras, iré a hablar con tu madre.
— ¿Estás segura de que quieres hacer eso?
— Sí. La he visto llegar y no quiero ignorarla. No te preocupes por mí. Tengo que hacerlo.
Justin extrae un billete de diez dólares de su cartera. Intento no reparar en ello, pero veo que está vacía. Está a punto de darle a la novia todo el dinero que le queda. ¿Puede permitírselo? Sé que trabaja en el taller, pero el dinero que gana allí probablemente lo emplee para ayudar a su familia.
Doy un paso atrás hasta que nuestras manos se separan.
— Enseguida vuelvo.
Me acerco a la madre de Justin, en la fila de mesa donde las mujeres están colocando platos de comida. Lleva un vestido cruzado rojo y parece más joven que mi madre. La gente piensa que mi madre es guapa, pero la señora Bieber posee la belleza de una estrella de cine. Tiene los ojos grandes y azules, unas pestañas que le rozan las cejas, y una piel impecable.
Le doy un golpecito en el hombro mientras dispone las servilletas sobre la mesa.
— Hola, señora Bieber.
— ____, ¿verdad? — pregunta.
Asiento con la cabeza. Vale, ya han terminado las presentaciones, ____. Deja de andarte con rodeos.
— Esto… quería decirle algo desde que llegamos. Y ahora parece el momento perfecto, pero creo que estoy andándome por las ramas y que no voy al grano. Me pasa cuando estoy nerviosa.
La mujer me observa como si estuviera loca.
— Continúa. — insiste.
— Sí, bueno, sé que no hemos empezado con muy buen pie. Y siento mucho si le falté el respeto la última vez que nos vimos. Sólo quería que supiese que no fui a su casa con la intención de besar a Justin.
— Disculpa la curiosidad, pero ¿cuáles son tus intenciones entonces?
— ¿Cómo dice?
— ¿Qué cuales son tus intenciones con Justin?
— Yo… no estoy segura de qué quiere que le diga. Si le soy sincera, lo sabremos conforme avancen las cosas.
La señora Bieber me pone la mano en el hombro.
— Dios sabe que no soy la mejor madre del mundo. Sin embargo, me preocupo por mis hijos, ____, más que nada en el mundo. Y haré lo que sea necesario para protegerles. Veo el modo en que te mira, y me asusta. No soportaría verlo sufrir otra vez por alguien que le importa.
Al escuchar a la madre de Justin hablando de él de aquel modo, siento el deseo de tener una madre como ella, alguien que quiere y se preocupa de su hijo. Me cuesta mucho asimilar lo que acaba de decirme la señora Bieber. Sus palabras me han dejado un nudo en la garganta. A verdad es que últimamente no me siento parte de mi familia. Sólo soy una chica cuyos padres esperan que diga y haga siempre lo correcto. Llevo mucho tiempo representando un papel para ayudar a mis padres a sobrellevar lo de Shelley, que es quien de verdad necesita toda su atención.
A veces resulta muy duro tener que esforzarse tanto para fingir que eres una chica normal. Nadie me dijo que tenía que ser perfecta todo el tiempo. La verdad es que el sentimiento que más predomina en mi vida es el de la culpabilidad. Una culpabilidad inagotable y monstruosa.
Culpabilidad por ser una chica normal.
Culpabilidad por la obsesión de que Shelley se sienta tan querida como yo.
Culpabilidad por temer que mis propios hijos sean como mi hermana.
Culpabilidad por sentirme avergonzada cuando la gente mira a Shelley por la calle.
Nunca terminará. ¿Cómo va a terminar cuando he estado cargando con esta sensación desde el día en que nací? Para la señora Bieber, la familia significa amor y protección. Para mí, culpabilidad y amor incondicional.
— Señora Bieber, no puedo prometerle que no le haré daño a Justin. Lo único que sé es que no puedo estar separada de él, aunque sea precisamente lo que usted desea. Ya lo he intentado.
Porque estar con Justin me permite apartarme de mi propio mundo de tinieblas. Noto como las lágrimas abandonan mis ojos y resbalan por mis mejillas. Me abro paso entre la multitud en busca del cuarto de baño.
Entro y cierro la puerta con el pestillo. Me seco los ojos y me miro en el espejo. Estoy hecha un desastre. Se me ha corrido el rimel y… qué tontería, qué más dará. Me desplomo sobre las frías baldosas del suelo.
Me cubro la cara con las manos mientras pienso en las palabras de la señora Bieber. Me quedo sentada en el suelo del cuarto de baño, secándome los ojos con una toallita. Un fuerte golpe en la puerta interrumpe mi llanto.
— ____, ¿estás ahí? — pregunta Justin desde el otro lado de la puerta.
— No.
— Sal de ahí, por favor.
— No.
— Entonces, déjame entrar.
— No.
— Quiero decirte algo.
— ¿Qué? — pregunto con el pañuelo todavía en la mano.
— Te lo diré si me dejas entrar.
Giro el pomo hasta que se emite un chasquido.
Justin entra en el baño.
— No te preocupes por nada. — me dice, y tras cerrar la puerta se arrodilla mi lado, estrechándome entre sus brazos y acercándome más a él. — ¿Qué te ha dicho mi madre? — me pregunta mientras me acaricia el pelo.
Oculto el rostro en su pecho.
— Sólo ha sido honesta conmigo. — murmuro contra su camisa.
Un fuerte ruido en la puerta nos interrumpe.
— Abre la puerta, soy Helen.
— ¿Quién es? — pregunto yo.
— La novia. — responde Justin.
— ¡Déjame entrar!
Justin abre la puerta. Una chica con greñas blancas y docenas de billetes colgando de imperdibles de la cola del vestido, se mete en el baño y cierra la puerta tras ella.
— Ha sido una ceremonia preciosa… — le digo a través de mi propio pañuelo. Esta es la situación más incómoda y surrealista que he vivido jamás.
Helen me coge de la mano.
— Ven afuera y disfruta de la fiesta. Puede que mi tía sea un poco conflictiva, pero no pretende hacer ningún daño. Es más, creo que en el fondo le gustas.
— Voy a acompañarla a casa. — dice Justin, representando el papel de héroe.
— No. No te la llevarás a casa. Y si insistes, tendré que encerraros a los dos en este lavabo para evitarlo.
Helen parece hablar muy en serio.
— Ven conmigo, Justin. Quiero que tus hermanos y tú cantéis. — dice Helen.
— Pero escucha, no creo que… — Justin niega con la cabeza.
— No te he pedido que creas nada. te he pedido que te unas a tus hermanos y que cantéis para mi marido y para mí.
Helen abre la puerta y me pasea por la casa. Sólo se detiene cuando llegamos al jardín. Entonces me suelta la mano para arrebatarle el micrófono al cantante del grupo.
Ryan se acerca a mí.
— Oye… — susurro y Ryan me mira. — Sinceramente, ¿qué opinas de que Justin y yo salgamos juntos?
— Sinceramente, creo que es lo mejor que le ha ocurrido nunca.

Lo que me dicen / Lo que realmente hago.

No te rías.
Yo:

No llores.
Yo:

No te escandalices.
Yo:

No te gires.
Yo:

No te enfades.
Yo:

Algún día me encontraré a Justin por la calle...

Y caminaré frente a él como si no lo conociera para asegurarme de que es él...

Cuando esté segura comenzaré a seguirle sin que se de cuenta...

Y finalmente cuando esté justo detrás, lo secuestro.

Y eso es exactamente lo que va a pasar. ¿Verdad?


miércoles, 4 de enero de 2012

Cuando yo conozca a Justin...

Expectativa:
Caminaré hacia él, y cuando me vea aparecer se quedará así:

Y entonces yo le preguntaré si se quiere casar conmigo, y él estará como:

Y finalmente, en nuestra luna de miel...

Realidad:
Cuando yo esté de camino a su firma de CD's:

Cuando esté por fin frente a él:

Entonces él me mirará como:

Y yo seguiré así:

Pero después intentaré controlarme, y le pediré un autógrafo:

Y él como es tan increíblemente encantador aceptará:

Y entonces yo le diré que quiero violarlo, y él se quedará como:

Y entonces yo me iré a casa triste por no haberle violado...

Pero feliz por haberle conocido.
Ese momento en el que te das cuenta que todas las Beliebers quieren violar a Justin...
Y después piensas que Niall es Belieber...

Nos montamos un trío Niall, no problem. (?

Química Perfecta {26} «Adaptada»

~ Justin ~
— Tío, estaba besándote como si fuera el último beso de su vida. Si besa así, me pregunto cómo…
— Cállate, Henrie. — digo soltando una carcajada algo nerviosa. ¿Estoy nervioso?
— Va a acabar contigo, Justincito. — continúa Henrie, llamándome así porque sabe que odio ese estúpido ‘’apodo’’ — Mírate, anoche en el calabozo y hoy no vas a clase para ganar dinero y recuperar la moto. No cabe duda de que la tía está muy buena, pero ¿realmente merece la pena?
— Tengo que ponerme a trabajar. — suelto, mientras las palabras de Henrie resuenan en mi cabeza. Me paso toda la tarde trabajando debajo de un Blazer, pensando únicamente en besar una y otra vez a ____.
Sí que merece la pena. No tengo la menor duda.
— ¡Justin, Héctor está aquí!. Ha venido con Chuy. — anuncia Henrie a las seis, justo cuando estoy a punto de irme a casa.
Me limpio las manos en el mono de trabajo.
— ¿Dónde están?
— En mi oficina.
A medida que me acerco al despacho, me invade una sensación de terror. Abro la puerta y veo a Héctor cómodamente instalado, como si estuviera en su propia casa. Chuy está en un rincón.
— Henrie, es un asunto privado.
No me he dado cuenta de que mi primo me ha seguido hasta allí, actuando como un guardaespaldas que no necesito. Le hago un gesto para que nos deje solos. Siempre he sido leal a los American Blood, no hay razón para que Héctor dude de mi compromiso con la banda. La presencia de Chuy le añade importancia a la reunión. Si solamente estuviéramos Héctor y yo, no me sentiría tan tenso.
— Justin. — Héctor se dirige a mí en cuanto Henrie desaparece.
Le miro con una tímida sonrisa y cierro la puerta.
— Siéntate. — ordena, y espera a que tome asiento en el estropeado sofá que hay al otro extremo de la habitación. — Necesito que me hagas un favor, amigo.
De nada sirve aplazar lo inevitable.
— ¿Qué tipo de favor?
— Hay que hacer un intercambio, el 31 de octubre.
Aún queda un mes y medio. La noche de Halloween.
— No quiero tener nada que ver con asuntos de drogas. — le digo. — Lo sabes desde el primer día.
Miro a Chuy, quien parece haberse puesto tenso.
Héctor se pone en pie y me apoya una mano en el hombro.
— Debes olvidar lo de tu padre. Si quieres llegar a dirigir los American Blood, tendrás que involucrarte en el tráfico de drogas.
— Entonces, no cuentes conmigo.
Héctor me estruja el hombro y Chuy da un paso adelante. Es una amenaza silenciosa.
— Ojalá fuera tan simple. — confiesa Héctor. — Necesito que hagas esto por mí. Y, para serte sincero, me lo debes.
Mierda. Si no me hubieran arrestado, no le debería nada a Héctor.
— Sé que no me decepcionarás. Por cierto, ¿cómo está tu madre? Hace mucho que no la veo.
— Está bien. — replico, preguntándome qué tiene que ver mi madre en esta conversación.
— Dile que le mando saludos, ¿lo harás?
¿Qué coño significa esto?
Héctor abre la puerta, le india a Chuy que le siga y me dejan solo para que piense en ello. Me vuelvo a sentar, observando la puerta cerrada, y me pregunto si seré capaz de traficar con drogas. Si quiero mantener a salvo a mi familia, no tengo otra opción.
~*~
Estoy tumbado en mi cama bocarriba, pensando todavía en lo que me ha dicho Héctor. Mi madre y mis hermanos están haciendo unas compras en el centro comercial que hay en el centro de la ciudad. No he querido contarle nada a mi madre. No quiero preocuparla sin necesidad. Además, ella sería capaz de enfrentarse a Héctor y a Chuy, y las cosas se pondrían peor.
Oigo ruidos fuera de casa, y como alguien toca a la puerta.
— ¿____? ¿Qué haces aquí? — hago una mueca. Me alegra verla, pero no me esperaba para nada que fuera a venir.
— Quería estar contigo, si no te molesto…
— No, claro. Pasa.
Deja su bolso en un viejo sillón que hay junto al sofá. Estoy algo incómodo. No me esperaba que viniera y no sé qué hacer.
— ¿Quieres que… eh… estudiemos química un rato?
Pero antes de que pueda terminar la pregunta ya siento sus labios sobre los míos. Sonrío ante la sorpresa y escucho como ella gime levemente. Coloco las manos en su cintura y la pego más a mí. Ella rodea mi nuca con sus brazos mientras que con sus delicados dedos juguetea con mi pelo. Introduce su lengua en mi boca, y me sorprende que sea ella quien empiece así. Nuestro beso se va a haciendo de cada vez un poco más salvaje, hasta el punto de que comienzo a sentirme excitado. Ella ríe sobre mis labios, pero eso sólo consigue excitarme más. Esta no es la ____ tímida y dulce que conozco. Parece como si estuviera desbordada por la pasión. Avanzo lentamente sin que ella deje de besarme, siguiendo mis pasos.
La levanto a horcajadas haciendo que sus piernas queden rodeando mi cintura. Camino algo más rápido y la pego a la pared, haciendo que note mi erección contra ella. Suelta un gemido y se separa de mis labios para besar mi cuello.
— ¿Has venido por esto? — digo entre jadeos.
— Sí. No aguantaba más sin besarte, Justin. — susurra sin abandonar mi cuello.
No estoy seguro de lo que voy a hacer, y probablemente la esté cagando, pero necesito intentarlo. Estoy demasiado excitado como para pensar bien y con claridad.
La llevo hasta mi habitación y la tumbo sobre la cama, conmigo encima. Sigue sorprendiéndome demasiado que ella se deje hacer, cuando hace tres días no quería ni dirigirme la mirada. Ella sigue gimiendo, y yo acaricio su cuerpo sin llegar a tocar nada prohibido. Todavía.
Introduce las manos dentro de mi camiseta y acaricia mi espalda, después los abdominales. Soy yo el que ahora está absorto en su cuello, sin dejarme ningún rincón sin recorrer.
Me adelanto cuando veo que no aguanto más, y comienzo a subirle la camiseta. Noto como se sonroja, pero en ningún momento me detiene. Bajo la cabeza hasta su vientre plano, y deposito pequeños besos al mismo tiempo que le subo la camiseta. Me detengo en su tatuaje y sonrío al escuchar sus suspiros y gemidos. Ya no tiene la camiseta puesta ni yo tampoco.
Hace demasiado calor en esa habitación, y ambos estamos ya sudando. Asciendo por su cuerpo y llego a sus dos perfectos y duros pechos, aún con el sujetador puesto. Mis manos no han abandonado su trasero, ni han dejado de apretarla contra mí.
Echa la cabeza hacia atrás, y poniendo las manos en mi nuca me aprieta más contra ella cuando nota que estoy lamiendo la parte de sus pechos que queda libre por el sujetador. Su sabor es entre dulce y salado. Algo diferente, totalmente diferente. Y me encanta, sigue oliendo a galletas de vainilla.
— Sabes tan bien, cariño… — susurro.
Llevo las manos al botón de sus pantalones y se los bajo rápidamente, sintiéndome bastante desesperado por que llegue el momento. ¿De verdad va a ocurrir? ¿Voy a hacer el amor con ___ Ellis? ¿Le voy a ganar la apuesta a Lucky? No es eso lo que me interesa ahora. Me interesa ella, quiero hacerla mía. Hacer que sienta placer por tenerme a mí dentro, moviéndome sobre ella.
Me pilla desprevenido cuando hace un poco de fuerza y se coloca ella encima de mí.
— Ahora me toca a mí probarte… — dice en un gemido.
Coloca las manos en mis hombros y comienza a besar mi pecho y abdominales, deteniéndose un largo rato en el tatuaje que tengo en la cadera izquierda, tal y como he hecho yo.
Lleva sus manos a la hebilla de mi cinturón, y yo siento que no podría estar más excitado. Deseo que me quite ya los pantalones. Deseo saber qué se siente al hacerlo con ____ Ellis.
Justo cuando está a punto de hacerlo, siento unos zarandeos en mi brazo izquierdo.
— ¡Justin! ¡Justin despierta! — grita Louis sin parar de agitarme. — Mamá quiere que la ayudes con la compra. — Y dicho esto sale corriendo de la habitación.
Miro hacia abajo y veo a mi amigo demasiado contento. Estoy sudando, y excitado. Acabo de tener un sueño erótico con una chica que es algo parecido a mi novia, y que me trae loco desde hace semanas. Y lo peor de todo es eso, que ha sido un simple sueño. Un simple sueño que ha hecho que coja el mayor calentón en meses.
~ ____ ~
— No puedo creer que hayas cortado con Colin. — dice Sierra mientras se pinta las uñas sobre mi cama después de la cena. — Espero que no acabes arrepintiéndote, ____. Lleváis juntos mucho tiempo. Pensaba que le querías. Le has roto el corazón, ¿sabes? Llamó a Doug llorando.
— Quiero ser feliz. — le digo, sentándome a su lado. — Y con Colin hacía tiempo que no lo era. Ha admitido que este verano me engañó con otra chica. Se acostó con ella, Sierra.
— ¿Qué? No me lo puedo creer. Pero bueno… cambiando de tema. Has hecho progresos con Justin, ¿eh? Colin cree que estás mezclando algo más que tubos de ensayo con tu compañero de laboratorio.
— No es verdad. — le miento. Es mi mejor amiga y quiero decirle la verdad, pero soe incapaz de hacerlo. Al menos por el momento.
— ____, lo creas o no, soy tu mejor amiga. Y sé que me estás mintiendo. Admítelo.
— ¿Qué quieres que te diga?
— Quiero que por una vez me digas la verdad. Joder, ____ entiendo que no quieras que Darlene se entere de tus cosas, y que quieras dejar al margen al factor triple M. Pero estás hablando conmigo, tu mejor amiga.
Sierra coge el bolso y se lo cuelga en el hombro.
No quiero que se enfade conmigo, pero me gustaría hacerle entender lo importante que es todo esto.
— ¿No irás luego a contárselo a Doug?
Sierra hace una mueca de desprecio muy parecida a la que yo suelo hacer.
— Vete a la mierda, ____. Gracias por hacerme sentir que mi mejor amiga no confía en mí. Esta mañana te he visto hablar muy animadamente con esa tal Elisabeth. Si no te conociera, diría que estabas compartiendo secretitos con ella. Vale, admito que me puse celosa porque mi mejor amiga estaba compartiendo sus secretos con otra. Cuando te des cuenta de que lo único que me importa es que seas feliz, llámame.
Tiene razón. Pero lo de Justin es tan reciente que aún me siento vulnerable. Elisabeth es la única que sabe lo que hay entre nosotros, por eso recurrí a ella.
~*~
Me seco la gota de sudor que desciende lentamente por mi ceja, mientras me dirijo en coche a recoger a Justin para acompañarlo a la boda.
He elegido para la ocasión un vestido de tirantes ajustado y de color crema. Como mis padres estarán casa cuando regrese, he cogido una muda y la he guardado en la bolsa de deporte. Mi madre se encontrará con la ____ de siempre cuando llegue a casa: la hija perfecta. ¿Qué importa que tenga que representar un papel? Mientras ella sea feliz…
Doblo la esquina y me dirijo hacia la entrada del taller. Cuando diviso a Justin junto a su moto, me da un vuelco el corazón.
Díos mío, en menudo lío estoy metida.
No lleva puesta la bandana. Su suave y clara cabellera le cae sobre la frente, invitándome a apartarla a un lado. Unos pantalones negros ajustas y una camisa de seda negra sustituyen sus habituales pitillos y camiseta. Tiene el aspecto de un pandillero joven y temerario. No puedo evitar esbozar una sonrisa cuando aparco a su lado.
— Cariño, parece como si ocultaras un secreto.
‘’Pues sí, a ti’’ pienso mientras salgo del coche.
— Vaya. Estás… preciosa.
Doy una vuelta sobre mí misma.
— ¿Qué te parece el vestido?
— Ven aquí. — ordena, atrayéndome hacia él. — Ya no quiero ir a la boda. Prefiero tenerte para mí solo.
— De ninguna manera. — contesto, recorriéndole la línea de la mandíbula con un dedo.
— Muy graciosa.
Me encanta este Justin juguetón. Consigue que me olvide de todos los problemas.
— He venido para asistir a una boda, y eso es lo que voy a hacer. — explico.
— Vaya, y yo que pensaba que venías para estar conmigo.
— Tienes mucho amor propio, Bieber.
— No es lo único que tengo.
Me arrincona contra el coche. Siento su cálida respiración sobre mi cuello más caliente que el sol de mediodía. Cierro los ojos y espero el contacto de sus labios, pero en lugar de eso, oigo su voz.
— Dame las llaves. — exige, alargando las manos y arrebatándomelas.
— No irás a lanzarlas a los arbustos, ¿verdad?
— No me tientes.
Justin abre la puerta del coche y se instala en el asiento del conductor.
— ¿No vas a invitarme a entrar? — pregunto, confusa.
— No. Voy a aparcar tu coche dentro del taller para que no te lo roben. Esto es una cita oficial, yo conduzco. — me guiña un ojo y sonríe.
— ¿No creerás que voy a ir en esa cosa? — le pregunto, señalando la moto.
Justin enarca las cejas un segundo.
— ¿Por qué no? ¿Julia no es lo suficientemente buena para ti?
— ¿Julia? ¿Llamas Julia a tu moto?
— Sí. ¿Le supone eso a usted un problema, señorita Ellis? — pregunta con tono burlón.
— No. Me gusta Julia. Pero no quiero montarme en él con este vestido tan corto. A no ser que quieras que todo el que venga por detrás me vea el trasero.
Se frota la barbilla, reflexivo.
— Pues le alegrarías la vista a más de uno.
Me cruzo de brazos. Justin sonríe otra vez.
— Cariño, era broma. Sabes que nadie más que yo puede mirarte el trasero. Vamos en el coche de mi primo.
Después de conducir durante unos minutos, Justin saca un cigarro de un paquete que hay sobre el salpicadero. El chasquido del mechero me provoca náuseas.
— ¿Qué? — pregunta, con el cigarrillo encendido.
Puede fumar si quiere. Puede que esta sea una cita oficial, pero no soy su novia oficial ni nada de eso.
— Nada. — respondo, negando con la cabeza.
Le oigo exhalar y el humo del tabaco me molesta más que el fuerte perfume de mi madre. Bajo la ventanilla mientras intento contener la tos.
— Si te molesta que fume, dímelo.
— Vale, me molesta que fumes. — confieso.
— ¿Y por qué no lo has dicho antes? — responde, apagando el cigarrillo en el cenicero del coche.
— No puedo creer que te guste fumar. — digo, cuando reemprende la marcha.
— Me relaja.
— ¿Te pongo nervioso?
Su mirada me recorre lentamente. Los ojos, el pecho, los muslos.
— Con ese vestido, no te lo puedes ni imaginar.

Química Perfecta {25} «Adaptada»

Los rumores de que Justin ha sido arrestado se extienden por el instituto como la pólvora. Tengo que averiguar lo que hay de cierto en ellos. Encuentro a Elisabeth en el descanso entre la primera y la segunda hora. Está hablando con un grupo de amigas pero las deja un momento y me lleva aparte.
Me dice que Justin fue arrestado ayer, pero que salió bajo fianza. No tiene ni idea de dónde está, pero preguntará por ahí y volveremos a vernos en el descanso entre la tercera y la cuarta hora, junto a mi taquilla.
Cuando llega el momento, echo a correr hasta allí. Eli está esperándome.
— No le digas a nadie que te he dado esto. — dice, pasándome un trozo de papel plegado.
Fingiendo buscar algo en mi taquilla, lo desdoblo. Una dirección.
Nunca antes había hecho pellas. Aunque tampoco han arrestado nunca al chico que he besado.
Esto es lo que sucede cuando me muestro tal y como soy. Y ahora voy a ser auténtica con Justin, tal y como siempre ha deseado él. Tengo miedo, y no estoy muy convencida de que esté haciendo lo correcto, pero no puedo ignorar la atracción que nos une.
Introduzco la dirección en el GPS. Me lleva hacia la zona sur, a un lugar llamado ‘El taller de Henrie’. hay un chico frente a la puerta. Se queda boquiabierto al verme.
— Estoy buscando a Justin Bieber.
El tipo no responde.
— ¿Está aquí? — le pregunto, incómoda. Tal vez no se fíe de mí.
— ¿Por qué buscas a Justin? — pregunta finalmente.
El corazón me late con tanta fuerza que la camiseta se mueve con cada latido.
— Tengo que hablar con él.
— Será mejor que lo dejes en paz. — responde.
— Está bien, Henrie. — interviene una voz conocida.
Me vuelvo hacia Justin. Está apoyado en la puerta del taller con un trapo colgándole del bolsillo y una llave inglesa en la mano. El pelo que le sobresale de la bandana está alborotado, y tiene un aspecto más masculino que el de ningún otro chico que haya visto hasta ahora.
Deseo abrazarle. Necesito que me diga que todo va bien, que no volverán a encerrarlo.
Justin sigue mirándome a los ojos.
— Supongo que será mejor que os deje solos. — me parece oír que dice Henrie, pero estoy demasiado absorta como para estar segura.
Tengo los pies pegados al suelo, así que es un alivio ver que es él quien se acerca.
— Eh… — empiezo. Por favor, que no me cueste acabar con esto. — Yo… esto… he oído que te arrestaron. Quería saber si estabas bien.
— ¿Has hecho pellas para comprobar si estoy bien?
Asiento con la cabeza, porque mi lengua se niega a obedecer.
Justin da un paso atrás.
— Bueno, pues ahora que has visto que estoy bien, vuelve al instituto. Tengo que… ya sabes, volver al trabajo. Anoche me confiscaron la moto, y necesito ahorrar para recuperarla.
— ¡Espera! — le grito. Aspiro profundamente. Ha llegado el momento. Voy a soltarlo todo. — No sé ni cuando ni por qué empecé a sentir algo por ti, Justin, pero así están las cosas. Desde el día en el que casi me llevo por delante tu moto, no he podido dejar de imaginar cómo sería estar contigo. Y el beso… Dios, te juro que nunca había experimentado algo así. Significó mucho para mí. Si el mundo no se acabó en aquel momento, no veo por qué tiene que hacerlo ahora. Sé que es una locura porque somos muy diferentes, y que si ocurre algo entre nosotros no quiero que la gente del instituto lo sepa. No te pido que aceptes una relación secreta conmigo, pero al menos tengo que saber si existe esa posibilidad. He roto con Colin, con el que tenía una relación bastante pública. Estoy preparada para una secreta. Real y secreta. Sé que estoy parloteando como una idiota, pero si no dices algo pronto o me das una pista de lo que estás pensando, yo…
— Dilo otra vez — susurra.
— ¿Todo el discursito?
Recuerdo haber dicho algo sobre que no se acababa el mundo, pero me siento demasiado mareada como para repetirlo otra vez.
Justin se acerca a mí.
— No. Sólo esa parte en la que aseguras sentir algo por mí.
Le miro a los ojos.
— Pienso en ti todo el tiempo, Justin. Y deseo volver a besarte, de verdad.
Se le levantan las comisuras de los labios y esboza una sonrisa.
Soy incapaz de mirarle a la cara, de modo que me decido por el suelo.
— No te rías de mí. — le ruego. Ahora mismo puedo soportar cualquier cosa menos eso.
— No te alejes, cariño. Nunca me reiría de ti.
— No quería que ocurriera de este modo. — admito, mirándole de nuevo a los ojos.
— Lo sé.
— Es probable que esto no funcione. — añade.
— Probablemente no. — se acerca.
— Mi vida no es tan perfecta como la gente cree.
— Ya somos dos. — señala. Sigue acercándose más.
— Estoy deseando saber a dónde nos lleva esto. ¿Y tú?
— Si no estuviéramos aquí fuera… — advierte. — te mostraría…
Le interrumpo deslizando una mano por su suave cabello, y tirando de su hermosa cabeza. Si en este momento no podemos disponer de algo de intimidad, me encargaré de hacerla real. Además, todos los que no deben enterarse de esto ahora están en el instituto.
Le beso, sintiendo más mariposas de las que sentí la primera vez, si es que eso es posible. Justin sigue manteniendo los brazos a ambos lados. Cuando separo los labios, suelta un gemido a pocos centímetros de mi boca y deja caer la llave inglesa al suelo con un ruido sordo.
Cuando me rodea con sus brazos, me siento protegida. Su lengua de terciopelo se enreda con la mía, provocando una sensación de intimidad en lo más profundo de mi ser. Esto es algo más que besarse, es… bueno, sé que es algo más.
Justin no deja de mover las manos en ningún momento. Con una traza círculos sobre mi espalda, y la otra juguetea con mi pelo.
Él no es el único que se dedica a explorar. Recorro su cuerpo con las manos, sintiendo sus músculos tensos bajo mis dedos, haciendo más intensa nuestra complicidad.
Oigo el fuerte carraspeo de Henrie y nos separamos. Justin me mira con una pasión desbordante en los ojos.
— Tengo que volver al trabajo. — susurra entre jadeos y suspiros.
— Ah. Está bien. — respondo. Estoy bastante avergonzada por nuestro despliegue de afecto en público, y doy un paso atrás.
— ¿Podemos quedar más tarde? — me pregunta.
— Mi amiga Sierra viene a cenar a casa.
— ¿La que no deja de mirar su bolso?
— Eh, sí. — admito sonriendo. Tengo que cambiar de tema o me sentiré tentada de invitarlo a él también. Y ya puedo imaginarme a mi madre mirando a Justin con asco y desprecio.
— Mi prima Helen se casa el domingo. Ven conmigo a la boda. — sugiere.
— No puedo permitir que mis amigas se enteren de lo nuestro. Ni mis padres. — admito, bajando la mirada.
— No les contaré nada.
— ¿Y la gente de la boda? Todo el mundo nos verá juntos.
— No habrá nadie del instituto. Sólo mi familia, y me aseguraré de que mantengan la boca cerrada.
No puedo. Mentir y escaparme a hurtadillas nunca se me ha dado bien. Lo aparto de un empujón.
— No puedo pensar cuando te tengo tan cerca.
Justin sonríe pícaramente.
— Bien… hablemos de la boda.
Dios mío, sólo con mirarlo siento el deseo de acompañarlo.
— ¿A qué hora?
— A mediodía. Será una experiencia que nunca olvidarás. — dice con tono divertido. — Confía en mí. Te recogeré a las once.
— Ya, pero estás a punto de hacerlo. — asegura con un tono suave y misterioso.
— ¿Por qué no nos encontramos aquí, a las once? — le sugiero, señalando el taller con la cabeza. Si mi madre se entera de lo nuestro, todo se habrá terminado.
Justin me levanta la mirada para obligarme a mirarle a los ojos.
— ¿Por qué no te da miedo estar conmigo?
— ¿Bromeas? Estoy aterrada. — confieso.
— No puedo engañarte. No llevo una vida envidiable precisamente. — Me coge de la mano y la levanta, mi palma contra la suya. ¿Estará evaluando el contraste de nuestra piel? ¿Sus manos sucias de grasa de coches, y mis uñas perfectamente arregladas? — Somos tan diferentes en ciertas cosas… — dice finalmente.
Nuestros dedos se entrelazan.
— Sí, aunque en otras somos muy parecidos.
Me gano una sonrisa con esas palabras. Una sonrisa preciosa que me deja admirar lo perfectos que están sus dientes, hasta que Henrie carraspea de nuevo.
— Nos vemos aquí el domingo, a las once. — le digo.
Justin da un paso atrás sin dejar de sonreír, asiente y me guiña un ojo.
— Esta vez sí es una cita, cariño.

Química Perfecta {24} «Adaptada»

~ Justin ~
Hoy ____ se ha marchado del instituto a la carrera, siguiendo a Cara Burro. Antes de irme, la vi con él. Estaban enfrascados en una conversación privada en la parte de atrás del campo de fútbol. Se ha decantado por él, lo que no me sorprende en absoluto. Cuando me preguntó en clase de química qué debía hacer, tendría que haberle dicho que dejara a ese capullo. Ahora me sentiría mejor y no estaría tan cabreado como lo estoy ahora.
Él no la merece. De acuerdo, puede que yo tampoco.
Después de clase, pasé por el almacén para ver si podía obtener algo de información sobre mi padre. Sin embargo, no saqué nada en claro. Los tipos que conocían entonces a mi padre, no tienen mucho que decir, excepto que nunca dejaba de hablar de sus hijos. La conversación se vio interrumpida por un Satin Hood que fumigó el almacén a disparos, una señal de que están buscando venganza y de que no se detendrán hasta conseguirla. No sé si debería preocuparme por el lugar en el que se encuentra el almacén, un descampado aislado detrás de la vieja estación de tren. Nadie sabe que estamos aquí, ni siquiera la policía. Sobre todo la policía.
Ya soy inmune al sonido de los disparos. En el almacén, en el parque… los oigo en cualquier momento. Algunas calles son más seguras que otras, pero los rivales saben que este lugar, el almacén, es nuestro santuario. Y esperan el momento para tomar represalias. Es una filosofía muy simple: si no respetas nuestro territorio, nosotros no respetamos el tuyo. Nadie ha salido herido esta vez, así que no habrá ninguna muerte que vengar. No obstante, seguro que se derramará sangre. Esperan que vayamos en su busca, y no les decepcionaremos.
Después de que todo vuelva a la normalidad, subo a la moto y me doy cuenta de que sin pretenderlo, me encamino a casa de ____. No puedo evitarlo. Tan pronto como cruzo las vías del tren, me detiene un coche de policía, del que salen dos tipos uniformados.
En lugar de explicarme la razón por la que me detienen, uno de los polis me ordena que baje de la moto y que le muestre el carné.
— ¿He cometido alguna infracción? — pregunto mientras se lo entrego.
El agente que examina mi documentación me mira.
— Podrás hacer preguntas después de que yo haga las mías. ¿Llevas drogas encima, Justin?
— No, señor.
— ¿Algún arma? — pregunta el otro policía.
Vacilo un instante, pero decido decirles la verdad.
— Sí.
Uno de los policías saca la pistola de su funda y me apunta con ella en el pecho. El otro me pide que levante las manos, y luego me ordena tumbarme en el suelo mientras pide refuerzos. Mierda. Estoy jodido, muy jodido.
— ¿Qué tipo de arma?
Hago una mueca antes de contestar.
— Una Glock de nueve milímetros.
Menos mal que le devolví a Will la pistola de mi hermano, o me hubieran pillado armado hasta los dientes.
Mi respuesta hace que el policía se ponga algo nervioso. Me fijo en que su dedo tiembla ligeramente sobre el gatillo.
— ¿Dónde la llevas?
— Escondida en la pierna izquierda.
— No te muevas, voy a desarmarte. Si te quedas quieto, no pasará nada.
Tras desarmarme, el otro agense te pone unos guantes de goma.
— ¿Llevas encima alguna jeringuilla, Justin?
— No, señor. — respondo.
Se arrodilla a mi lado y me pone las esposas.
— Levántate. — Me ordena tirando de mí. Luego hace que me incline sobre el capó del coche. Cuando me cachea, me siento humillado. Mierda, por mucho que supiera que era inevitable que algún día me arrestaran, parece ser que no estaba preparado. Me muestra la pistola.
— Quedas detenido por posesión de armas.
— Justin Drew Bieber, tienes derecho a permanecer en silencio. — recita el otro policía. — Cualquier cosa que digas podrá ser utilizada en tu contra en un tribunal…
~*~
El calabozo huele a humo. O puede que sea otra cosa. Sea lo que sea, estoy deseando salir de este maldito lugar.
¿A quién voy a llamar para que pague la fianza? Ryan no tiene dinero. Henrie ha invertido el suyo en el taller. Mi madre me matará si se entera de que me han arrestado. Apoyo la espalda contra las barras de hierro de la celda e intento pensar con calma, aunque resulta muy difícil hacerlo en un lugar tan asqueroso como este. La policía lo llama celda de detención, pero es un modo muy sofisticado de decir jaula. Menos mal que es la primera vez que me meten aquí. Maldita sea, juro que será la última.
Me inquiera la idea de ir a la cárcel, porque me he pasado la vida sacrificándome por mis hermanos. ¿Y si me encierran de por vida?
Esa no es la vida que deseo. Quiero que mi madre se sienta orgullosa de mí por ser algo más que un pandillero. Quiero un futuro del que pueda sentirme orgulloso. Y deseo con todas mis fuerzas mostrarle a ____ que soy un buen chico.
Me golpeo la parte posterior de la cabeza contra las barras de hierro, pero no logro apartar todos esos pensamientos de mi mente.
— Te he visto en el instituto Fairfield. Yo también voy allí. — dice un chico bajito, aproximadamente de mi misma edad.
El tipo lleva una camisa de golf de color coral y unos pantalones blancos, como si lo hubieran sacado de un torneo de golf junto a otros ciudadanos de clase alta. El enano aparenta ser un chico ‘guay’, pero con esa camisa de color coral… El chico lleva tatuado en la frente ‘’soy un niño rico de la zona norte’’.
— ¿Cómo has acabado aquí? — me interroga, como si fuera una pregunta normal entre dos personas normales, un día normal.
— Iba armado.
— ¿Cuchillo o pistola?
— Y a ti qué te importa. — digo, fulminándolo con la mirada.
— Sólo intento mantener una conversación — confiesa el ricachón.
— ¿Y tú? — le pregunto.
— Mi padre llamó a la policía y les dijo que robé su coche. — confiesa, dejando escapar un suspiro.
— ¿Estás en este agujero por tu padre? ¿Y lo ha hecho a propósito? — pregunto con una mueca.
— Cree que así aprenderé una lección.
— Sí. La lección de que tu padre es un imbécil. — sentencio, pensando que lo primero que podría haber hecho su padre es enseñar a su hijito a vestirse.
— Da igual, mi madre pagará la fianza. Es abogada, y no es la primera vez que mi padre hace algo así. — Niego con la cabeza. Estos niños ricos…
— Bieber, ya puedes hacer tu llamada. — anuncia el policía desde el otro lado de los barrotes.
Mierda, me he distraído tanto con este bocazas que ni siquiera he decidido a quién llamar para que pague la fianza. De repente, siento un nudo en el estómago, el mismo que sentí al ver el enorme suspenso del examen de química. Sólo conozco a una persona con el dinero y los medios para sacarme de este lío… Héctor. El jefe de los American Blood.
Nunca le he pedido un favor a Héctor. Porque nunca sabes cuando querrá cobrárselo. Y estar en deuda con él significa algo más que deberle dinero.
A veces, la vida de obliga a tomar decisiones que no deseas tomar.
~*~
Tres horas más tarde, después de que un juez me eche la bronca hasta casi hacerme sangrar los oídos y fije una fianza, Héctor me recoge en el juzgado. Es un hombre poderoso. Lleva el pelo engominado y peinado hacia atrás, de un tono un poco más oscuro que el mío, y hay algo en él que dice que más vale no engañarle. Le tengo mucho respeto a Héctor, porque es el hombre que me inició en los American Blood. Creció en la misma ciudad que mi padre, se conocían desde pequeños. Héctor ha estado pendiente de mi familia y de mí desde que murió mi padre. Nunca le olvidaré.
— Te devolveré el dinero, Héctor.
— No te preocupes por eso, hombre. — responde él. — Para eso están los hermanos. Para ser sincero, me ha sorprendido saber que es la primera vez que te arrestan. Estás más limpio que ningún otro miembro de la banda.
Miro a través de la ventanilla del coche de Héctor. Las calles están muy tranquilas y oscuras.
— Eres un chico inteligente, lo suficiente como para ascender dentro de la banda. — explica Héctor.
Daría lo que fuera por ocupar el lugar de algunos American Blood, pero… ¿ascender? Vender drogas y armas son algunas de las cosas ilegales que suponen estar en una posición más alta. Me gusta estar donde estoy. Debería alegrarme de que Héctor se plantee la idea de darme más responsabilidades. Lo de ____ y su mundo es sólo una fantasía.
— Piénsatelo. — dice Héctor, cuando llegamos a mi casa.
— Lo haré. Gracias por pagar la fianza, tío.
— Toma, coge esto. — añade, sacando una pistola de debajo del asiento del conductor. — La policía te ha confiscado la tuya.
Rechazar el arma de Héctor sería una falta de respeto, y yo nunca haría algo así. Acepto el arma y la deslizo en la cinturilla de los vaqueros.
— Me han dicho que has estado haciendo preguntas sobre tu padre. Mi consejo es que lo dejes como está, Justin.
— No puedo, ya lo sabes.
— Bueno, si descubres algo házmelo saber. Siempre te apoyaré.
— Lo sé. Gracias, tío.
En mi casa se respira tranquilidad. Entro en mi habitación y encuentro a mis dos hermanos durmiendo. Abro el cajón superior y escondo el arma bajo la tabla de madera, donde nadie pueda dar con ella. Es un truco que me enseñó Ryan. Me tumbo en la cama y me tapo los ojos con el antebrazo, esperando poder dormir algo esta noche.
Destellos de lo sucedido el día anterior se suceden ante mí. La imagen de ____, sus labios sobre mi boca, su dulce aliento mezclado con el mío, es la única imagen que persiste en mi mente. Mientras me quedo dormido, su rostro angelical es lo único que consigue alejar las pesadillas de mi pasado.

Química Perfecta {23} «Adaptada»

~ _____ ~
A pesar de que haya estado toda la noche en vela, rememorando el momento en el que nos besamos. Quiero olvidarlo cuanto antes. Mientras me dirijo en coche a la escuela, el día siguiente al beso que nunca ocurrió, me pregunto si debería ignorarle. Aunque después de todo, no es ninguna de mis opciones, porque somos compañeros en clase de química.
Oh, no. La clase de química. ¿Sospechará algo Colin? Tal vez alguien nos vio ayer en la moto y se lo haya contado. Anoche apagué el móvil para no tener que habla con nadie.
Ojala mi vida no fuese tan complicada. Tengo novio. Aunque últimamense te haya mostrado más insistente de lo habitual. Sólo parece interesado en el sexo. Y estoy harta.
Sin embargo, Justin y yo nunca podremos salir juntos. Su madre me odia. Su ex novia quiere matarme… y todo eso son muy malas señales. Y fuma, lo que no me parece nada correcto. Podría elaborar una lista larguísima con todos los inconvenientes que supondría salir con él. Vale, puede que también haya ventajas. Unas cuantas, aunque demasiado insignificantes como para mencionarlas.
Es inteligente. Tiene una mirada expresiva que dice mucho más de él que lo que refleja su aspecto.
Es un chico entregado con sus amigos, con su familia, incluso con su moto.
Cuando me toca, lo hace con tanta delicadeza que me hace sentir como si estuviera hecha de cristal.
Me besa como si intentara impregnarse de ese instante y conservarlo durante el resto de su vida.
Me ha hecho sentir, aunque tan sólo sea durante unos pocos minutos, que de verdad le importo. Que de verdad me conoce, a mí, a la verdadera ____.
La primera vez que le veo es a la hora de comer. Mientras espero mi turno en la cafetería, me fijo en que va justo antes de la chica que hay delante de mí en la fila.
Los vaqueros de Justin son ajustados, y están algo desgastados en las rodillas. El pelo le cae sobre la frente, y empiezo a sentir un deseo incontrolable de peinárselo.
Justin me pilla mirándole. Me apresuro a concentrarme en la sopa del día. Sopa minestrón.
— ¿Qué prefieres cariño, taza o bol? — pregunta Mery, la chica de la cafetería.
— Bol. — respondo, fingiendo estar muy interesada en el modo en el que Mery sirve la sopa.
Cuando me entrega el bol, adelanto rápidamente a la chica que hay delante de mí, y me dirijo a la caja, colocándome justo detrás de Justin. Como si supiera que estoy acechándole, se da la vuelta y me atraviesa con la mirada. Durante un instante, siento que el mundo se detiene y que sólo estamos él y yo. El deseo por abalanzarme sobre sus brazos y sentir su calor rodeándome es tan poderoso, que me pregunto si es médicamente posible sentir una adicción así por una persona.
Carraspeo.
— Te toca. — apunto yo, señalando a la cajera.
Justin avanza con una porción de pizza en la bandeja.
— Cóbrame también lo de ella. — dice, señalándome
— ¿Qué tienes? ¿Un bol de minestrón? — pregunta la cajera, agitando el dedo en mi dirección.
— Sí, pero… Justin, no es necesario.
— No te preocupes. Puedo permitirme un bol de sopa. — contesta a la defensiva mientras le entrega tres dólares a la cajera.
Colin se abre paso entre los chicos que esperan a la fila y se coloca a mi lado.
— Circula. Échate una novia a la que puedas mirar de ese modo. — le espeta a Justin, antes de ahuyentarlo.
Rezo para que Justin no conteste y le confiese que nos besamos. Toda la cola nos observa. Puedo sentir sus miradas clavadas en la nuca. Justin coge el cambio y, sin mirar atrás, se encamina al patio, fuera de la cafetería, donde normalmente se sienta a comer.
Me siento profundamente egoísta por desear lo mejor de ambos mundos. Deseo mantener la imagen que tanto esfuerzo me ha costado creado. Y esa imagen incluye a Colin. Pero también deseo a Justin. No puedo pensar en otra cosa que no sea estar entre sus brazos y pedirle que me bese otra vez, hasta dejarme sin aliento.
— Cóbrame a mí lo de ella. — le dice Colin a la cajera.
— ¿No ha pagado ya por ti el otro chico? — me pregunta ella, mirándome confusa.
Colin espera que la corrija. Cuando no lo hago, me fulmina con la mirada y sale hecho una furia de la cafetería.
— ¡Colin, espera! — grito, pero o no me oye, o pasa de mí.
La próxima vez que le veo es en clase de química, pero entra justo cuando suena el timbre y no tenemos tiempo de hablar. La clase de hoy consiste en un experimento lleno de observación. Justin da vueltas a los tubos de ensayo llenos de nitrato de plata y de cloruro potásico.
— Tierra llamando a _____.
Parpadeo y despierto de mi ensoñación. Justin me pasa un tubo de ensayo lleno de un líquido transparente. Lo que me recuerda que debería ayudarlo a verter líquidos.
— Lo siento. — me disculpo, cogiendo un tubo de ensayo y vertiendo el contenido dentro del que Justin está sujetando.
— Se supone que ahora debemos de apuntar lo que sucede. — añade, utilizando la varilla para mezclar los dos elementos químicos.
Un material sólido y blando aparece por arte de magia dentro del líquido transparente.
— Yo diría que el líquido acuoso probablemente ahora es nitrato potásico y que el material sólido y blanco es cloruro de plata. ¿Qué crees?
Y cuando me pasa el tubo, nuestros dedos se rozan ligeramente. Un hormigueo que no puedo ignorar me recorre el cuerpo. Levanto la mirada. Nuestros ojos se encuentran, y por un instante pienso que me está mandando un mensaje secreto. Sin embargo, su expresión se vuelve sombría, y aparta la mirada.
— ¿Qué quieres que haga? — susurro.
— Eso tienes que averiguarlo tú sola.
— Justin…
Aunque no va a decirme qué he de hacer. Supongo que soy una estúpida por pedirle consejo cuando lo más probable es que no pueda ser imparcial. Cuando estoy cerca de Justin, siento una emoción similar a la que suelo sentir al despertar el día de Navidad. Por mucho que intente no pensar en ello, miro a Colin y sé… sé que nuestra relación ya no es lo que era. Se ha terminado. Y cuando antes rompa con él, antes dejaré de preguntarme por qué sigo aún con él.
Quedo con Colin después de clase, en la puerta trasera del instituto. Está vestido para el entrenamiento de fútbol. Por desgracia, está con Shane. Shane me apunta con su móvil.
— ¿Podéis repetir el espectáculo de la otra noche? Puedo capturar el momento para siempre y mandártelo por correo electrónico. Sería un fondo de pantalla genial, o mejor aún, podemos colgarlo en Youtube.
— Shane, desaparece de una maldita vez o perderé los papeles. — dice Colin, y le lanza una mirada asesina hasta que se marcha. — ____, ¿dónde te metiste anoche? — me pregunta, pero al ver que no respondo, añade — Aunque puedes ahorrarte el esfuerzo. Ya me lo imagino.
Esto no va a ser nada fácil. Ahora entiendo por qué la gente suele romper por correo electrónico o con mensajes de texto. Hacerlo cara a cara es más difícil, porque no te queda más remedio que mirar a la otra persona a la cara y ser testigo de su reacción.
Enfrentarse a su ira. He malgastado tanto tiempo evitando explicaciones, y maquillando relaciones con la gente que me rodea, que la confrontación resulta muy dolorosa.
— Ambos sabemos que lo nuestro no funciona. — digo, con tanto tacto como puedo.
— Pero, ¿qué estás diciendo? — pregunta Colin, entrecerrando los ojos.
— Necesitamos un descanso.
— ¿Un descanso, o una ruptura?
— Una ruptura. — matizo con suavidad.
— Esto es por Bieber, ¿verdad?
— Desde que volviste de vacaciones, nuestra relación sólo se basa en el tonteo. Ya no hablamos nunca, y estoy harta de sentirme culpable por no arrancarme la ropa y abrirme de piernas para demostrarte que te quiero.
— Tú no quieres demostrarme nada.
Intento mantener un tono de voz bajo para que los estudiantes no puedan oírme.
— ¿Y por qué tendría que hacerlo? El hecho de que necesites que te demuestre mi amor, es señal de que lo nuestro no funciona.
— No lo hagas. — dice, echando la cabeza hacia atrás y dejando escapar un suspiro. — Por favor, no lo hagas.
Encajamos perfectamente en el estereotipo ‘’estrella de fútbol-capitana de las animadoras’’, en el que los demás nos han colocado. Hemos sido ese modelo durante años. Ahora, analizarán con lupa nuestra ruptura, y circularán todo tipo de rumores sobre nosotros. Sólo de pensarlo hace que se me pongan los pelos de punta. Sin embargo, no puedo seguir fingiendo que todo marcha sobre ruedas. Es una decisión que probablemente me persiga toda la vida. Si mis padres pueden enviar a Shelley a la otra punta del país porque es lo que les conviene, y si Darlene puede ligar con cualquiera que se le acerque, ¿por qué yo no puedo hacer lo que considero mejor para mí?
Apoyo una mano en el hombro de Colin, intentando no mirar directamente a sus ojos vidriosos. Él la aparta.
— Dime algo. — le pido.
— ¿Qué quieres que diga, ____, que estoy encantado porque estás rompiendo conmigo? Lo siento, pero no puedo.
Se enjuaga las lágrimas con la palma de las manos. Ese gesto tan sutil hace que también sienta ganas de llorar. Noto cómo se me humedecen los ojos. Es el final de algo que creíamos real, aunque ha acabado siendo otro de los papeles que nos obligaron a representar. Eso es lo que me produce más tristeza. No la ruptura en sí, sino el hecho de que nuestra relación haya seguido adelante tan sólo por… mi debilidad.
— Me acosté con Mía. — espeta. — Este verano. Ya sabes, la chica de la foto.
— Sólo lo dices para hacerme sentir mal.
— Lo digo porque es verdad. Pregúntale a Shane.
— Entonces, ¿por qué fingiste que seguíamos siendo la Pareja Dorada?
— Porque es lo que todos esperan. Incluso tú, no me lo niegues.
Aunque ciertas, sus palabras son dolorosas. Se acabó representar el papel de la chica ‘’perfecta’’ y vivir según las reglas de los demás, incluso según las que yo misma me he impuesto. Es hora de enfrentarse a la realidad. Lo primero que hago después de hablar con Colin es decirle a la señora Small que necesito tomarme un descanso, y que voy a dejar el equipo de animadoras. Tras aquello, siento como si me hubiera quitado un peso de encima. Regreso a casa para pasar algo de tiempo con Shelley y hacer deberes. Después de cenar, llamo a Elisabeth.
— Debería sorprenderme tu llamada, pero lo cierto es que no es así. — me suelta.
— ¿Cómo ha ido el entrenamiento?
— No demasiado bien. Darlene no es muy buena capitanía, y la señora Small lo sabe. No tendrías que haberlo dejado.
— No lo he hecho. Sólo me he tomado un pequeño descanso. Pero no te he llamado para hablar de las animadoras. Escucha, quiero que sepas que hoy he cortado con Colin.
— Y me estás contando esto porque…
Es una buena pregunta, una que, en otras circunstancias, me hubiera negado a contestar.
— Quería hablar de ello con alguien, y aunque sé que tengo amigas a las que puedo recurrir, me apetecía hacerlo con una persona que después no se dedique a cotillear sobre ello. Mis amigas tienen la lengua muy larga.
Sierra es la única a la que estoy más unida, pero le mentí acerca de Justin. Y su novio, Doug, es el mejor amigo de Colin.
— ¿Y cómo sabes que yo no me iré de la lengua? — pregunta Elisabeth.
— No lo sé. Pero no me dijiste nada sobre Justin cuando te pregunté, así que supongo que se te da muy bien guardar secretos.
— Así es. Dispara.
— No sé por donde empezar… — suspiro.
— Pues no tengo todo el día, ¿sabes?
— He besado a Justin. — le suelto.
— ¿A Justin? ¡Vaya! ¿Y eso fue antes o después de que rompieras con Colin?
— No fue planeado… — contesto, haciendo una mueca.
Elisabeth estalla en carcajadas tan fuertes que tengo que apartar el auricular.
— ¿Estás segura de que no lo planeaste? — me pregunta en cuanto es capaz de articular palabra.
— Sucedió sin más. Estábamos en su casa. Su madre llegó, nos interrumpió y nos vio…
— ¿Qué? ¿Su madre os pilló? ¿En su casa? ¡Venga ya! — exclama Elisabeth, alucinada.
— Vamos, Eli. Tómatelo en serio.
— Sí, lo siento. Alice va a flipar cuando se entere.
Me aclaro la garganta.
— No pienso decírselo. — se apresura a decir Elisabeth. — Pero la madre de Justin se las trae. Cuando salió con Alice, Justin la mantuvo alejada de su mamá. No me malinterpretes, ella adora a sus hijos. Pero es sobre protectora, como todas las madres, supongo. ¿Te echó a patadas de su casa?
— No, pero me llamó lagartona. Más o menos.
Más risas al otro lado de la línea.
— No tuvo ninguna gracia…
— Lo siento. — dice, aún entre risas. — Me hubiera encantado ser una mosca y presenciar la escena.
— Gracias por la comprensión. — respondo irónicamente. — Voy a colgar.
— ¡No! Siento haberme reído. Es que cuando más hablamos, más me doy cuenta de que eres una persona completamente distinta a lo que pensaba. Supongo que puedo entender por qué le gustas a Justin.
— Gracias, creo. ¿Recuerdas cuando te dije que no permitiría que ocurriera nada entre Justin y yo?
— Sí. Sólo para asegurarme de que lo entiendo bien, eso fue antes de que le besaras, ¿verdad? — dice, otra vez entre risitas. — Estoy de broma, ____. Si te gusta, ve a por él. Pero ándate con cuidado, porque creo que le gustas más de lo que quiere admitir. Deberías mantenerte alerta.
— Si ocurre algo entre Justin y yo, no voy a evitar que suceda. Pero no te preocupes, nunca bajo la guardia.
— Ni yo tampoco. Bueno, excepto la noche que te quedaste a dormir en mi casa. Me acosté con Ryan. No puedo decírselo a mis amigas porque me darían la vara.
— ¿Te gusta?
— No lo sé. Nunca lo había pensado en él de esa manera, pero fue genial estar con él. ¿Qué tal el beso con Justin?
— Bien. — digo, pensando al mismo tiempo en lo sensual que me pareció. — En realidad, Elisabeth, fue más que bien. Fue jodidamente increíble.
Eli estalla nuevamente en carcajadas, y esta vez, me uno a ella.