El cielo es mi único límite♥.

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Espero que te guste todo lo que leas en este blog, porque es mi pequeño espacio. Iré publicando todas las novelas que escriba o adapte, y también iré creando posts parecidos a los de Tumblr.
{Belieber&Directioner} Si eres un hater, puedes volver por donde has venido, no creo que aquí haya nada que te interese.

miércoles, 4 de enero de 2012

Química Perfecta {12} «Adaptada»

~ Justin ~
— ¿Y a esto lo llamas besar?
— Sí.
De acuerdo, me ha desconcertado un poco que _____ me haya hecho poner la mano sobre su sedosa mejilla. Maldita sea, por la manera en que ha reaccionado mi cuerpo, se diría que estaba bajo el efecto del alcohol. Hace un minuto, me tenía completamente hechizado. Luego, la hermosa bruja la ha dado la vuelta a las cosas y se ha hecho con la posición de ventaja. Me ha sorprendido, eso está claro. Estallo en carcajadas, para que todos se interesen por lo que hacemos, que es justo lo que ella no quiere.
— ¡Sh! — Suelta _____, dándome un puñetazo en el hombro para que me calle. Cuando río con mas fuerza, me golpea el brazo con el pesado libro de química.
En el brazo dolorido…
— ¡Ay! — exclamo con una mueca de dolor. Siento como si un millón de abejas me clavaran su aguijón en la herida del bíceps. — ¡Joder, qué daño!
Ella se muerde el labio color rosa palo, un tono que le va muy bien, a mi parecer. Aunque tampoco me importaría ver cómo le queda el rosa chicle.
— ¿Te he hecho daño? — pregunta.
— Sí. — digo entre dientes, mientras intento concentrarme en el color de sus labios para olvidarme del dolor.
— Bien.
Me levanto la manga de la camiseta para examinar la herida, que gracias a mi compañera de laboratorio, una de las grapas que me pusieron tras la pelea con los Satin Hood, está sangrando. _____ tiene un buen derechazo para alguien que probablemente no pase de peso pluma.
Ella aspira con fuerza, y me mira algo horrorizada.
— ¡Oh Dios! No pretendía hacerte daño, Justin. De verdad que no. Creía que tenías la cicatriz en el brazo izquierdo.
— No iba a enseñártela de verdad, estaba tomándote el pelo. No pasa nada. — Le digo. Parece que es la primera vez que esta chica ve sangre. Aunque claro, igual ella la tiene azul.
— Sí, sí que pasa. — insiste mientras niega con la cabeza. — Te están sangrando los puntos.
— Son grapas. — matizo, intentando poner una nota de humor. La pobre está más blanca de lo normal, y respira con fuerza, casi jadeando. Si se desmaya, voy a perder la apuesta con Lucky. Si no es capaz de aguantar una mancha de sangre, ¿cómo va a reaccionar cuando estemos en la cama? A no ser que no nos desnudemos, entonces no tendría que ver mis cicatrices. Y si lo hacemos a oscuras, podrá imaginar que soy alguien rico. ¿Qué dices Bieber?, a mí me gusta hacerlo con las luces encendidas… Me gustaría sentirla contra mí, y quiero que sepa que está conmigo, y no con otro.
— Justin, ¿te encuentras bien? — pregunta ____. Su preocupación parece sincera.
¿Debería contarle que se me había ido el santo al cielo, y que me he puesto a imaginarme cómo sería hacerle el amor?
La señora P. aparece por el pasillo con una expresión ceñuda.
— Chicos, esto es una biblioteca. Deben guardar silencio. — dice. Pero entonces repara en la pequeña veta de sangre que me serpentea por el brazo y me mancha la manga. — _____, acompáñele a la enfermería. Justin, la próxima vez que venga al instituto, lleve la herida bien vendada.
— Señora P, ¿ni siquiera ahora me comprende? Me estoy desangrando… — Digo con mi mejor cara de niño inocente.
— Haga algo para ayudar al planeta, Justin, y entonces contará con mi compresión. La gente que se mete en peleas callejeras no conseguirá nada de mí. Ahora vaya a curarse.
____ coge los libros de mi regazo.
— Vamos — dice con voz temblorosa.
— Puedo llevar yo los libros. — digo mientras la sigo fuera de la biblioteca. Estoy presionándome contra la herida, con la esperanza de que se detenga la hemorragia.
Ella camina delante de mí. Si le digo que necesito ayuda para caminar porque me siento débil… ¿se lo creerá y acudirá a mi rescate? Tal vez debería tropezarme. Aunque conociéndola, seguro que no le importará.
Justo antes de llegar a la enfermería, se da la vuelta. Le tiemblan las manos.
— Lo siento mucho, Justin, no pretendía… — Ha perdido los papeles. Si se pone a llorar, no sé qué voy a hacer. No estoy acostumbrado a tratar con chicas lloronas. No creo que a Alice se le escapara ni una sola lágrima durante el tiempo que salimos juntos. De hecho, no estoy muy seguro de que Alice tenga conductos lacrimales. Eso solía gustarme, porque las chicas sensibles me ponen nervioso.
— Oye… ¿estás bien? — pregunto.
— Si esto llega a saberse, no voy a lograr que lo olviden nunca. Oh Dios, si la señora Peterson llama a mis padres, me matarán. O al menos desearé que lo hagan.
Ella sigue hablando y temblando, como si fuera un coche sin frenos.
— ¿_____?
— … y mi madre me echará la culpa de todo. Admito que es culpa mía. Pero se pondrá histérica conmigo, y claro, yo tendré que explicárselo, y espero que…
— ¡_____!
Me mira con una expresión tan confusa que no sé si sentir lástima por ella, o si sentirme atónito porque no dejara de hablar. Parecía que no iba a detenerse nunca.
— ¡Eres tú quien se está poniendo histérica! — le recuerdo. _____ tiene los ojos claros y brillantes, pero ahora están apagados y vacíos, como si estuviera en otra parte. Mira al suelo, a su alrededor, a todos lados menos a mí.
— No, no es verdad. — dice. — Me encuentro bien.
— ¡Ya, claro! Mírame. — Espeto, pero ella vacila un instante.
— Estoy bien. — dice, mirando ahora a una de las taquillas que hay en el pasillo. — Olvida todo lo que te hhe dicho.
— Si no me miras, voy a desangrarme aquí mismo y tendrán que hacerme una trasfusión. Mírame de una vez. — Cuando lo hace, todavía respira con dificultad.
— ¿Qué? Si quieres decirme que mi vida está fuera de control, ya soy consciente de ello.
— Ya sé que no pretendías hacerme daño. Además, creo que lo merecía… — digo. Espero quitarle hierro al asunto para que a la chica no le de un ataque de nervios en medio del pasillo. — Cometer errores no es ningún crimen, ¿sabes? ¿De qué sirve tener una reputación si no puedes arruinarla de vez en cuando?
— No intentes hacer que me sienta mejor, Justin. Te odio.
— Yo también te odio. Ahora, por favor, larguémonos de aquí. No quiero que el conserje se pase todo el día limpiando mi sangre del suelo. Somos parientes, ¿sabes?
Ella me niega con la cabeza. No se traga que el conserje de Fairfield sea un pariente mío. En lugar de marcharnos, mi compañera de laboratorio abre la puerta de la enfermería para que entre. Creo que todavía puede responder, aunque le tiemblen las manos.
— ¡Está sangrando! — le grita a la señorita Kioto, la enfermera del instituto.
La señorita Kioto me obliga a sentarme en una de las camillas.
— ¿Qué te ha pasado?
Miro a ____. Tiene una expresión de preocupación, como si de verdad le angustiara que pudiera dañarla allí mismo. Espero que el ángel de la muerte tenga el mismo aspecto que ella. No me importaría ir al infierno si me recibe alguien como _____.
— Se me han abierto las grapas. — digo. — No es para tanto.
— ¿Y cómo ha ocurrido? — pregunta la señorita Kioto mientras humedece un trozo de tela blanca y me da ligeros toques en el brazo. Contengo la respiración, esperando a que desaparezca el escozor. No voy a chivarme de mi compañera, sobre todo cuando estoy intentando seducirla.
— Le he golpeado yo. — dice ____ con un hilo de voz.
La enfermera se da la vuelta, asombrada.
— ¿Le has golpeado?
— Por accidente — intervengo yo, sin saber exactamente por qué intento proteger a una chica que me odia, y que probablemente preferiría suspender la clase de la señora P. a ser mi compañera.
Mis planes con ____ no iban como esperaba. El único sentimiento que ha afirmado sentir por mí es el odio. E imaginarme a Lucky montado en mi moto es mucho más doloroso que el maldito antiséptico que la señora Kioto está frotando contra mi herida.
Si quiero salvar la dignidad, y mi Honda, voy a tener que conseguir quedarme a solas con _____. Puede que su preocupación signifique no me odia del todo. Nunca he conocido a una chica que lo tenga todo tan programado, que sepa con claridad cuáles son sus objetivos. Es un robot… o eso me parece. Siempre que la veo, parece actuar como una princesa acosada por las cámaras. Quién iba a decir que un simple brazo sangriento conseguiría trastocarla.
Miro a ____. Está concentrada en mi brazo y en las curas de la enfermera. Ojala estuviéramos en la biblioteca. Estoy seguro de que estaba pensando en besarme. Me he excitado sólo de pensarlo, aquí, delante de la señorita Kioto. Menos mal que la enfermera se aleja hacia el botiquín. ¿Dónde hay un enorme libro de química cuando necesitas uno?
— Quedemos el jueves después del instituto. Ya sabes… para trabajar en el borrador. — Sugiero. Y tengo dos razones para hacerlo. La primera es que, delante de la señorita Kioto, debo dejar de pensar en ____ desnuda, y la segunda es que quiero quedarme a solas con ella.
— El jueves estoy ocupada. — dice.
Probablemente tenga planes con Cara Burro. Es obvio que prefiere estar con ese imbécil antes que conmigo.
— Pues el viernes. — añado probándola, aunque tal vez no debería hacerlo. Poner a prueba a una chica como ____ podría significar un duro golpe para mi ego. Aunque la he cogido en un momento vulnerable y todavía le tiemblan las menos después de haber visto la sangre. Admito que soy un fantástico manipulador.
Se muerde el labio inferior, un labio que cree llevar pintado del color equivocado.
— El viernes tampoco puedo. — la erección se me ha bajado del todo. — ¿Qué te parece el sábado por la mañana? — sugiere. — Podemos quedar en la biblioteca de Fairfield.
— ¿Estás segura de que puedes hacerme un hueco en tu apretada agenda?
— Cállate. Nos veremos allí a las diez.
— Es una cita. — anuncio mientras la señorita Kioto, que obviamente está escuchándonos, termina de ponerme una venda en el brazo.
— No es una cita, Justin. — Asegura por encima del hombro.
Cojo el libro y salgo corriendo al pasillo tras ella. Camina sola. La música aún no suena por los altavoces, lo que significa que todavía están dando clase.
— Puede que no sea una cita, pero todavía me debes un beso. Siempre cobro las deudas. — Replico, guiñándole un ojo mientras sonrío. Los ojos de mi compañera de laboratorio pasan de estar apagados a brillar con intensidad. Es una mirada enloquecida y ardiente. Mmmm, peligroso… me gusta. — Y no te comas la cabeza con el color que te vas a poner en los labios el sábado. Tendrás que volver a pintártelos después de que nos hayamos devorado a besos.

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