El cielo es mi único límite♥.

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Espero que te guste todo lo que leas en este blog, porque es mi pequeño espacio. Iré publicando todas las novelas que escriba o adapte, y también iré creando posts parecidos a los de Tumblr.
{Belieber&Directioner} Si eres un hater, puedes volver por donde has venido, no creo que aquí haya nada que te interese.

miércoles, 4 de enero de 2012

Química Perfecta {9} «Adaptada»

~ _____ ~
Justo después de llamar imbécil a Justin, la señora Peterson pide que prestemos atención.
— Cada pareja elegirá un proyecto de los que hay en este sombrero. — anuncia — Todos presentan los mismos retos y tendrán que quedar fuera de clase para trabajar en él.
Ya puedo ver el gran suspenso en mi boletín de notas. Al consejero de admisiones para Northwestern le traerá sin cuidado que fuera mi compañero de laboratorio el responsable de que nos suspendieran el proyecto. A ese hombre no le importará.
— Tengo que ir a mear.
La profesora se lleva una mano a la cadera y, con una expresión ceñuda, se dirige a Justin.
— Cuide su lenguaje. Y que yo sepa, no necesita sus libros para ir al cuarto de baño. Déjelos en la mesa.
Justin hace una mueva, pero coloca los libros en la mesa.
— Ya le dije que nada de accesorios relacionados con bandas en mi clase — dice la señora Peterson mirando la bandana que tiene entre las manos. Le tiende la mano. — Démela.
Él mira a la puerta y después a la señora Peterson.
— ¿Y qué pasa si me niego?
— Justin, no estire de la cuerda. Tolerancia cero. ¿Quiere que le expulsen? — le amenaza, agitando los dedos para que le entregue la bandana de inmediato.
Frunciendo el ceño, Justin coloca lentamente la bandana en la mano de la profesora.
La señora Peterson se queda boquiabierta cuando finalmente se la arrebata.
— ¡Oh Dios! — grito al ver la enorme mancha que lleva en la bragueta.
Todos los estudiantes, uno a uno, estallan en carcajadas, pero la risa de Colin es la que más destaca.
— No te preocupes, Bieber. Mi abuela tiene el mismo problema. Nada que no pueda arreglarse con un pañal.
Las palabras de Colin me impactan, porque la mención de los pañales para adultos me recuerda inmediatamente a mi hermana. Reírse de los adultos que no pueden valerse por sí mismos no tiene ninguna gracia, porque Shelley es una de esas personas.
Justin luce su enorme y arrogante sonrisa, y se dirige a Colin.
— Tu novia no podía apartar las manos de mis pantalones. Me estaba enseñando una nueva aplicación para los calentadores de manos, amigo.
Esta vez ha ido demasiado lejos. Me pongo en pie. Mi taburete chirría contra el suelo.
— ¡Ya te gustaría! — le suelto.
Justin está apunto de decirme algo cuando la señorita Peterson nos interrumpe.
— ¡Justin! — Se aclara la garganta. — Ve a la enfermería y arréglate. Coge tus libros porque después irás a ver al director Simons. Te veré en su despacho junto a tus compañeros Colin y ______.
Justin coge bruscamente los libros de la mesa y sale de clase. Vuelvo a sentarme con calma en el taburete. La señora Peterson procura que el resto de la clase guarde silencio mientras medito sobre mi efímero éxisto al evitar a Alice Tomlison. Si cree que represento una amenaza para su relación con Justin, los rumores que seguro acabarán extendiéndose después de eso, pueden resultar mortales.
~ Justin ~
Vaya, esto sí que es fuerte. Estamos en el despacho del director. Simons y Peterson a un lado, y la señorita Perfecta y el Cara Burro de su novio al otro… y yo plantado aquí, solo. Nadie está de mi parte, eso es obvio.
Simons carraspea antes de hablar.
— Justin, esta es la segunda vez en dos semanas que estás en mi despacho.
Eso sí que es un buen resumen. Este tipo es un verdadero genio.
— Señor — digo. Le sigo el juego porque estoy harto de que la señorita Perfecta y su novio controlen a todo el maldito instituto. — He tenido un pequeño accidente durante la comida, y se me han manchado los pantalones de grasa. Pero en lugar de faltar a clase, he pedido a un amigo que me busque estos para cambiarme. — le explico, señalando los vaqueros nuevos que Ryan ha conseguido encontrar en mi casa. — Señora Peterson — digo, volviéndome hacia mi profesora de química. — No podía permitir que una pequeña mancha me obligara a perderme una de sus valiosísimas lecciones.
— No intente convencerme, Justin — resopla Peterson. — Está aquí por sus payasadas. — A continuación mira a _____ y a Colin, como si les invitara a atacarme. — Y no crean que ustedes dos han actuado mucho mejor.
_____ está conmocionada por la reprimenda, aunque parecía divertirse mucho cuando la señora P. me recriminaba a mí. Ahora ya no ríe tanto.
— No podemos ser compañeros — espeta Miss Perfección.
Colin da un paso adelante.
— Puede hacer el proyecto con Darlene y conmigo. — Casi se me escapa la risa cuando veo la reacción de la señora P. ante el comentario de Colin. Se le han enarcado las cejas en un gesto tan exagerado que parece que, en cualquier momento, vayan a salírsele de la cara.
— ¿Y qué les hace creer que son tan especiales como para pensar que voy a cambiar la organización de mi clase? — ¡A por ellos, Peterson!
— Nadine, ya me encargo yo. — Interviene Simons, antes de señalar una foto de nuestro instituto enmarcada en la pared. Los chicos de la zona norte no tienen tiempo de responder a la pregunta de la señora P, porque Simons prosigue. — Chicos, el lema del instituto Fairfield es ‘’La diversidad genera conocimiento’’. Si se os olvida en cualquier momento, está grabado en la estela de piedra de la estela principal. Así que la próxima vez que paséis por allí, deteneos un momento para pensar en el significado de esas palabras. Puedo aseguraros que mi principal objetivo es remediar cualquier problema que haya surgido, y que amenace con invalidar ese lema.
De acuerdo, así que la diversidad genera conocimiento. Sin embargo, yo añadiría que también genera odio e ignorancia. Lo he visto con mis propios ojos.
— El director Simons y yo estamos de acuerdo. Teniendo eso en cuenta… — Peterson me fulmina con una de sus miradas. — Justin, deje de provocar a _____. Y _____, deja de comportarte como una diva. Y Colin… no siquiera sé qué pinta usted aquí.
— Soy su novio.
— Bueno, ya es suficiente. Nosotros hemos acabado y ustedes también.
Colin coge a su diva de la mano y los dos salen del despacho. Justo cuando me propongo a hacer lo mismo, Peterson me agarra del codo.
Me detengo y la miro a los ojos. No me hace nada de gracia.
— ¿Si?
— Ya te he calado, ¿sabes?
Necesito borrarle esa mueca de la cara. La última vez que un profesor me miró de ese modo, fue en primer curso, justo después de que le dispararan a mi padre.
— Sólo llevamos dos semanas de clases, Nadine. Quizás deberías esperar uno o dos meses para hacer una afirmación como esa.
Ella suelta una risita y prosigue.
— No llevo mucho tiempo enseñando, pero he visto en mis clases a más Justin Bieber de los que verá la mayoría de profesores en toda su vida.
— Oh, pensaba que era único. — digo, llevándome la mano al pecho. — Me ha ofendido, Nadine.
— ¿De verdad quieres ser único, Justin? Pues termina el instituto, gradúate y ve a la universidad. — Abre el bolso y saca mi bandana. — No dejes que tu vida fuera del instituto dicte tu futuro. — Añade muy seria, mientras me la entrega.
Me guardo la bandana en el bolsillo trasero de los vaqueros. Ella no tiene ni idea de cómo la vida fuera del instituto influye en la que llevo dentro de él. Ni un edificio de ladrillo rojo podría protegerme del mundo exterior. Ni siquiera podría esconderme aquí dentro por mucho que quisiera.
— Ya sé lo que va a decir ahora… ‘’Si alguna vez necesitas una amiga, Justin, puedes contar conmigo’’.
— Te equivocas, yo no soy tu amiga. Si lo fuera, no pertenecerías a una banda. Pero he visto las calificaciones de tus exámenes. Eres un chico inteligente, y puedes triunfar si te lo tomas en serio.
Triunfar, triunfar y triunfar. Ahora depende de eso, ¿no?
— ¿Puedo irme ya a clase? — Pregunto, porque no sé qué contestarle.
— Sí, ve a clase, Justin.
Todavía estoy pensando en lo que me ha dicho Peterson, cuando la oigo que gritar.
— Y si vuelves a llamarme Nadine, tendrás el placer de recibir otra papeleta de castigo, además de escribir una redacción sobre el respeto. Recuérdalo, no soy tu amiga.
Mientras camino por el pasillo, no puedo evitar esbozar una sonrisa. Esta mujer empuña las papeletas azules de castigo y las amenazas de redacciones como auténticas armas de fuego.

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