El cielo es mi único límite♥.

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Espero que te guste todo lo que leas en este blog, porque es mi pequeño espacio. Iré publicando todas las novelas que escriba o adapte, y también iré creando posts parecidos a los de Tumblr.
{Belieber&Directioner} Si eres un hater, puedes volver por donde has venido, no creo que aquí haya nada que te interese.

miércoles, 4 de enero de 2012

Química Perfecta {16} «Adaptada»

~ Justin ~
_____ me llamó. Si no fuera por su número garabateado por mi hermano Louis, nunca habría creído que _____ realmente marcara mi número. De nada ha servido interrogar a Louis, porque el niño tiene una memoria de pez. La única información que tengo es que ella quería que la llamara.
Eso fue ayer por la tarde, antes de que ocurriera todo aquello en la playa.
Cuando le dije que me mostrara a la verdadera ____, pude ver el miedo reflejado en sus ojos. ¿Pero a qué viene tanto miedo? Mi objetivo es conseguir derribar la pared de ‘’perfección’’ tras la que se oculta. Sé que hay algo más en ella aparte de unos mechones rubios y un cuerpo de escándalo. Secretos que se llevará a la tumba pero que se muere por compartir. Es un misterio, y no puedo pensar en otra cosa que no sea resolver ese enigma.
Cuando le dije que nos parecíamos, lo decía en serio. En lugar de desvanecerse, la conexión que nos une se está haciendo cada vez más fuerte. Porque cuanto más tiempo paso con ella, más cerca quiero estar.
Siento la necesidad de llamar a ____, tan sólo para escuchar su voz, aunque esté llena de veneno. Abro el móvil, tomo asiento en el sofá del salón y grabo su número en la agenda.
— ¿A quién llamas? — me pregunta Ryan, colándose en mi casa sin llamar siquiera a la puerta. Eli lo acompaña.
— A nadie. — digo, cerrando rápidamente la tapa del teléfono.
— Pues entonces levanta el trasero del sofá y vamos a jugar al fútbol.
Jugar al fútbol me apetece mucho más que quedarme aquí sentado a pensar sobre _____ y sus secretos, aunque todavía siento los efectos de la fiesta de anoche. Nos dirigimos al parque donde ya hay un grupo de chicos calentando.
La mayoría de los chicos que están jugando son del vecindario. Hemos crecido juntos… hemos jugado en este campo desde que éramos críos, e incluso no iniciamos en los American Blood al mismo tiempo.
Con el paso de los años, he aprendido a alejarme de lo más duro: las palizas, el trapicheo de drogas o los disparos. Y no me refiero sólo a nuestros rivales. Conozco a varios chicos que han intentado dejar la pandilla y que han acabado tan acosados y apaleados por sus propios compañeros, que probablemente preferirían estar muertos.
Para ser sincero, me he mantenido al margen porque tengo miedo.
Nos colocamos en posición en el campo. Imagino que la pelota es el premio gordo. Si consigo mantenerla alejada de cualquier otro y marco un gol, me transformaré por arte de magia en un tipo rico y poderoso, y sacaré a mi familia de este infernal agujero negro en el que vivimos.
Apenas dos minutos después de que el partido haya comenzado, aparece un coche azul que se detiene a unos veinte metros del campo. Veo salir de ese coche a mi hermano Charles con un chico llamado Will. La madre de este pertenece a los American Blood, es la encargada de reclutar a nuevos miembros. Más le vale a mi hermano no ser uno de ellos. Me ha costado mucho asegurarme de que Charles sepa que estoy metido en los American Blood, y de hacerle entender que no debe seguir el mismo camino. Es suficiente con que un miembro de la familia esté dentro para que el resto disponga de protección. Yo estoy dentro. Charles y Louis no lo están, y haré cualquier cosa para asegurarme de que todo siga así.
Adopto una expresión muy seria y me acerco a Will, olvidándome completamente del fútbol.
— ¿Coche nuevo? — le pregunto mientras inspecciono las ruedas.
— Es de mi madre.
— Genial. — replico antes de volverme hacia mi hermano. — ¿Dónde habéis estado, chicos?
Charles se apoya en el coche, como si salir con Will no fuera para tanto. Will acaba de ingresar en los American Blood y se cree un tipo duro.
— Hemos dado una vuelta por el centro comercial. Han abierto una tienda genial de guitarras. Hemos quedado allí con Héctor…
Un momento… ¿he oído bien?
— ¿Héctor?
Lo último que quiero es que mi hermano se codee con Héctor.
Will, con su enorme camiseta por encima de los pantalones, le da un golpe en el hombro a Charles para que se calle. Mi hermano cierra la boca como si una mosca estuviera a punto de colarse dentro. Juro que le mandaré de una patada a Canadá si se le pasa por la cabeza entrar en los American Blood.
— ¡Bieber! ¿Juegas o no? — grita alguien desde el campo.
Intentando ocultar la rabia, me giro hacia mi hermano y su amigo, quien es muy capaz de atraerlo al lado oscuro con todo tipo de engaños.
— ¿Queréis jugar?
— No. Vamos a mi casa a pasar el rato. — dice Will.
Me encojo de hombros con despreocupación, a pesar de que no es lo que siento ahora mismo.
Regreso al campo, aunque lo que me apetece es coger a Charles por la oreja y arrastrarlo hasta casa. No puedo permitirme montar una escena. Podría llegar a oídos de Héctor, y que empezara a cuestionarse mi lealtad.
A veces siento que mi vida es una gran mentira.
Carlos se va con Will. Eso, y el hecho de no poder sacarme a _____ de la cabeza, me está volviendo loco.
Ryan se acerca hasta mí para celebrar un gol, y me agarra la ropa feliz.
Le aparto las manos de mi camiseta y me alejo de él. Sin entender cómo, en cuestión de pocas semanas he llegado a joderme tanto la vida. Necesito arreglar las cosas. Me encargaré de Charles en cuanto llegue a casa esta noche. Le cantaré las cuarenta. Y en cuanto a ____…
Se negó a que la acompañara en coche desde casa de Eli porque no quería que nadie nos viera juntos. A la mierda. Charles no es el único que necesita que le canten las cuarenta.
Saco el móvil y marco el número de _____.
— ¿Si?
— Soy Justin. — le digo, pese a saber que lo habrá visto en la llamada entrante. — Nos vemos en la biblioteca. Ahora.
— No puedo.
Ya no estamos en el show de ____ Ellis, sino en el show de Justin Bieber.
— Este es el trato, nena. — matizo mientras llego a mi casa y me monto en la moto. — O apareces en la biblioteca en quince minutos, o me llevo a cinco amigos a tu casa y acampamos delante de tu jardín esta noche.
— ¿Cómo te atreves…? — empieza a decir ella. Cuelgo antes de que pueda terminar la frase.
Circulo a toda velocidad para apartar de mi mente la imagen de la noche anterior, _____ acurrucada en mi regazo, y me doy cuenta de que no tengo ningún plan.

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