El cielo es mi único límite♥.

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Espero que te guste todo lo que leas en este blog, porque es mi pequeño espacio. Iré publicando todas las novelas que escriba o adapte, y también iré creando posts parecidos a los de Tumblr.
{Belieber&Directioner} Si eres un hater, puedes volver por donde has venido, no creo que aquí haya nada que te interese.

miércoles, 4 de enero de 2012

Química Perfecta {19} «Adaptada»

~ _____ ~
Me levanto temprano, muy temprano. Casi no he podido pegar ojo en toda la noche pensando en Shelley, y en Justin. Sí, en Justin. Ayer me confesé con él y no fue el fin del mundo. En realidad, me siento mucho mejor después de haberle contado lo de mi hermana. Si lo he logrado con Justin, seguro que puedo con Sierra y Darlene.
Aprovecho que mi madre sigue durmiendo, para coger mi coche y marcharme a casa de Sierra. Probablemente mi mejor amiga me despelleje por despertarla a las siete de la mañana, pero merece la pena correr el riesgo.
Mientras espero sentada en el coche frente a la casa de Sierra, esperando a que salga un poco más el sol, me pongo a reflexionar sobre mi vida. En estos momentos, nada va bien. Se suponía que el último curso iba a ser un año genial, fácil y divertido. Hasta ahora no ha sido nada de eso. Colin no deja de presionarme, un chico de una banda se ha convertido en algo más que en un compañero de laboratorio, y mis padres van a llevarse a mi hermana lejos de Los Ángeles. ¿Qué más puede salir mal?
Me doy cuenta de que algo se mueve en la ventana de la habitación de Sierra, en el segundo piso. Primero unas piernas, luego un trasero. Oh Dios… Doug Thompson intenta saltar el enrejado.
Doug debe de haberme visto porque la cabeza de Sierra asoma por la ventana. Me hace gestos indicándome que la espere.
El pie de Doug todavía no ha tocado el enrejado. Sierra lo coge de la mano para ayudarlo a equilibrarse. Al final consigue hacerlo, pero le distraen las flores y acaba cayendo sacudiendo el cuerpo de un lado a otro. Aunque está bien, observo que antes de salir corriendo le hace un gesto a Sierra, para confirmar que no tiene nada roto.
Me pregunto si Colin sería capaz de trepar enrejados por mí. ¿Y Justin?
La puerta principal de la casa se abre tres minutos después, y Sierra aparece en braguitas y camiseta de tirantes.
— _____, ¿qué estás haciendo aquí? Son las siete y media de la mañana. ¿No sabes que hoy no tenemos clase?
— Lo sé, pero mi vida está fuera de control. Te necesito.
— Entra y hablamos. — dice, abriendo la puerta de mi coche. — Se me está helando el trasero aquí fuera.
Al entrar en su casa, me descalzo para no despertar a sus padres.
— No te preocupes, se marcharon al gimnasio hace una hora.
— Entonces, ¿por qué ha salido Doug por la ventana?
Sierra hace una mueca.
— Ya sabes, para mantener la emoción de la relación. A los chicos les encanta la aventura.
Sigo a mi amiga hasta su gigantesca habitación. Está pintada de fucsia y verde manzana. Me desplomo en el sofá mientras Sierra llama a Darlene.
— Darlene, pásate por mi casa. ____ tiene una crisis.
Darlene vive sólo dos casa más abajo, de modo que aparece en pocos minutos en pijama y zapatillas.
— Vale, suéltalo ya. — dice Sierra cuando estamos las tres juntas.
De repente, con todas las miradas recayendo sobre mí, no estoy muy segura de que compartir aquello sea una buena idea.
— En realidad no es nada…
Darlene se pone recta.
— Escucha, _____. Me has sacado de la cama a las siete de la mañana. Ahora lo sueltas quieras o no.
— Sí. — insiste Sierra. — Somos tus amigas. Si no puedes contárnoslo a nosotras, ¿con quién vas a hacerlo?
Con Justin Bieber… pero nunca les diría eso.
— ¿Por qué no vemos una peli clásica? — sugiere Sierra. — Si Audrey Hepburn no consigue que lo sueltes todo, nada lo hará.
Darlene suelta un gemido.
— No puedo creerme que me hayáis despertado por una falsa crisis y para ver películas antiguas. En serio, tenéis que sentar la cabeza. Lo mínimo que podéis hacer es compartir algún cotilleo conmigo.
Sierra suelta una risilla y rápidamente comienza a contar algo sobre un beso entre Samantha Jacoby y un vigilante del colegio. No presto demasiada atención. Sierra y Darlene comienzan a reír.
¿Sucederá lo mismo si comparto mis penas? ¿Acabaré transformándolas en un cotilleo del que todos puedan reírse?
Después de pasar varias horas en el salón de Sierra, viendo películas y comiendo palomitas, me siento mucho mejor. Pero dura poco, y rápidamente vuelvo a pensar en…
— ¿Qué pensáis de Justin Bieber? — les preguno.
— ¿A qué te refieres con ‘’qué pensáis’’? — dice Sierra, metiéndose una palomita en la boca.
— No sé. — contesto, sin querer darle muchas vueltas a la intensa e innegable atracción que siempre ha existido entre nosotros. — Es mi compañero de laboratorio.
— ¿Y…? — insiste Sierra, agitando las manos en alto, como si no supiera a donde quiero llegar.
Cojo el mando del vídeo y detengo la película.
— Está bueno. Admítelo.
— Puaj, ____… — dice Darlene, metiéndose los dedos en la boca como si fuera a vomitar.
— Vale, admito que es mono. Pero nunca saldría con alguien así. Ya sabes, es un pandillero.
— La mitad del tiempo viene a clase drogado. — interviene Darlene.
— Oye, me siento justo a su lado, y nunca he notado que venga drogado a clase.
— ¿Estás de coña, ____? Justin consume antes de venir al instituto y en el aseo de los chicos cuando sale de la sala de estudios. Y no hablo sólo de marihuana. Está metido en cosas más fuertes. — dice Darlene, como si fuera un hecho.
— ¿Lo has visto tomar drogas? — le pregunto, desafiante. No entiendo por qué me ofende que esté diciendo esas cosas de Justin, y mucho menos entiendo por qué tengo la necesidad de defenderle.
— ____, no tengo que estar en una habitación con él para saber que esnifa, o que se chuta. Justin es peligroso. Además, las chicas como nosotras no se codean con los American Blood.
— Sí, lo sé. — admito, recostándome sobre los mullidos cojines del sofá.
— Colin te quiere. — suelta Sierra, cambiando de tema.
En cambio yo tengo la sensación de que el amor es algo que se aleja bastante de lo que Colin me demostró antes de ayer en la playa, pero ni siquiera me apetece hablar de eso.
Mi madre ha intentado hablar conmigo tres veces. Primero a través del teléfono móvil, aunque al parecer, no he conseguido que deje de llamar al apagarlo, porque ha llamado dos veces a asa de Sierra.
— Tu madre dice que si no hablas con ella vendrá para acá. — me advierte Sierra con el teléfono entre los dedos.
— Si lo hace, me iré de aquí.
— Darlene y yo saldremos para dejarte algo de intimidad. No sé de qué va todo esto, pero tienes que hablar con ella. — sugiere Sierra, pasándome el teléfono.
Me llevo el auricular al oído.
— Hola, mamá.
— Escucha, _____. Sé que estás enfadada. Anoche tomamos una decisión respecto a Shelley. Sé que esto es muy duro para ti, pero últimamente tu hermana se comporta con demasiada agresividad.
— Mamá, tiene veinte años y se cabrea cuando la gente no la entiende. ¿No crees que es algo normal?
— El año que viene irás a la universidad. No es justo retener a Shelley en casa por más tiempo. Deja de ser tan egoísta.
Tengo la culpa de que se lleven a Shelley porque voy a ir a la universidad.
— Vais a seguir adelante con esto sin tener en cuenta mi opinión, ¿verdad? — le pregunto.
— Sí. Ya está decidido.
~ Justin ~
Cuando llega el viernes y _____ entra en clase de la señora Peterson, todavía estoy pensando en el modo de devolvérsela por haberme tirado las llaves en los arbustos el fin de semana pasado. Tardé cuarenta y cinco minutos en encontrar las malditas llaves, y durante todo es tiempo, no dejé de maldecirla. Vale, fui yo quien lo empezó todo. Y también tengo que darle las gracias por ayudarme a hablar de la noche en la que murió mi padre, porque después de hacerlo, llamé a los miembros más antiguos de los American Blood para preguntarles si sabían quién podría guardarle tanto rencor.
_____ lleva toda la semana muy desconfiada. Está esperando que le gaste alguna broma por el incidente de las llaves. Después de clase, cuando estoy en la taquilla cogiendo los libros para regresar a casa, se acerca a mí hecha una furia enfundada en su uniforme de animadora.

— Sígueme a la clase de lucha libre.
Tengo dos opciones: seguirla hasta donde me pide o marcharme del instituto. Cojo los libros y entro en el pequeño gimnasio. _____ me espera, con su llavero sin llaves en la mano.
— Mis llaves han desaparecido por arte de magia, ¿dónde están? — pregunta. — Voy a llegar tarde al partido si no me lo dices. La señora Small me echará a patadas del equipo si no aparezco.
— Las he tirado por ahí. Deberías comprarte un bolso con cremallera. Nunca sabes cuando alguien puede meter la mano y quitarte algo.
— Me alegra saber que eres un cleptómano. ¿Puedes darme una pista de dónde las has escondido?
Me apoyo contra la pared de la clase de lucha libre, pensando en lo que la gente diría si nos encontrara aquí juntos.
— Mmm… veamos… es un lugar mojado. Muy, muy mojado. — digo, dándole la pista que exige.
— ¿En la piscina?
— Creativo, ¿verdad? — digo, asintiendo con la cabeza, y sonriendo ampliamente.
Ella se acerca a mí e intenta empujarme contra la pared. Nuestros cuerpos se juntan, diría que demasiado. Me excito al tenerla tan cerca.
— Voy a matarte. Será mejor que vayas a por ellas.
Si no la conociera, diría que está intentando ligar conmigo. Creo que le gusta el jueguecito que nos traemos entre manos.
— Cariño, a estas alturas deberías conocerme mejor. Tendrás que encontrarlas sola, como hice yo cuando me dejaste tirado en el aparcamiento.
____ ladea la cabeza, me lanza una mirada triste y hace un puchero. Yo no debería concentrarme en la expresión de sus labios, es peligroso. Pero no puedo evitarlo.
— Dime dónde están, Justin, por favor…
La dejo en ascuas un minuto, antes de darme por vencido. Ahora mismo, el instituto está casi vacío. La mitad de los estudiantes están de camino al partido de fútbol. Y la otra mitad se alegra de no estar de camino al partido de fútbol.
Caminamos hasta la piscina. Las luces están apagadas, pero los rayos de sol que aún atraviesan las ventanas iluminan lo suficiente. Las llaves de ____ están justo donde las he lanzado, en mitad de la zona más profunda. Señalo las brillantes llaves bajo el agua.
— Ahí las tienes. A por ellas.
____ se queda inmóvil, con las manos sobre su falda corta, reflexionando sobre el modo de hacerse con ellas. Se acerca contoneando las caderas al largo palo que cuelga de la pared, y que se utiliza para sacar a la gente del agua.
— Muy fácil. — dice.
Pero cuando introduce el palo en el agua, comprende que no le va a resultar tan sencillo. Reprimo una carcajada mientras la observo intentar lo imposible desde el borde de la piscina.
— Siempre puedes quitarte la ropa y lanzarte desnuda. Vigilaré por si viene alguien.
Ella se acerca a mí con el palo firmemente agarrado entre las manos.
— ¿Te gustaría que lo hiciera, verdad?
— Pues claro — replico, sonriendo pícaramente. — Aunque he de advertirte de que si llevas braguitas de abuela, se me caerá un mito.
— Para que lo sepas, son de seda rosa. Y ya que estamos compartiendo información personal, ¿tú llevas bóxers o calzoncillos cortos?
— Ninguna de las dos cosas. Ya sabes a qué me refiero… — En realidad, sí que llevo bóxers. Pero eso tendrá que averiguarlo por sí misma.
— ¡Qué asco, Justin!
— No digas eso hasta que no lo pruebes. — sugiero, antes de encaminarme hacia la puerta.
— ¿Te vas?
— Pues… sí.
— ¿No vas a ayudarme a recuperar las llaves?
— Pues… no.
Si me quedo, me veré tentado a pedirle que no vaya al partido de fútbol y que se quede conmigo. No estoy preparado para oír la respuesta a esa pregunta. Jugar con ella no me hace ningún daño. Demostrarle de qué estoy hecho en realidad, como hice el otro día, me hizo bajar la guardia. No estoy dispuesto a hacerlo otra vez. Abro la puerta de un empujón después de mirar a ____ por última vez, preguntándome si dejarla plantada ahora me convierte en un idiota, un capullo, un cobarde, o… todo a la vez.
Una vez en casa, lejos de ____ y de las llaves de su coche, busco a mi hermano. Me prometí que hablaría con Charles esta semana y ya lo he retrasado mucho. Antes de que pueda evitarlo, habrá entrado en la banda y recibirá la paliza de iniciación en los American Blood, tal y como me ocurrió a mí.
Encuentro a Charles en nuestra habitación, intentando ocultar algo bajo la cama.
— ¿Qué es eso? — le pregunto.
— Nada. — contesta. Se sienta en la cama y se cruza de brazos.
— ¡No me digas que no es nada, Charles! — grito, apartándolo de un empujón y mirando bajo la cama. Tal y como esperaba, encuentro una resplandeciente pistola. La cojo y la sujeto en una mano. — ¿De dónde la has sacado?
— No es asunto tuyo.
Por primera vez en mi vida, quiero darle un susto de muerte a Charles. Me apetece ponerle el arma entre los ojos y mostrarle a qué deben enfrentarse los miembros de una banda a todas horas, qué se siente al sentirte amenazado o inseguro, preguntándote qué día será el último.
— Soy tu hermano mayor. Papá ya no está aquí, de modo que me toca a mí hacerte entrar en razón.
Vuelvo a mirar el arma. Por el peso diría que está cargada. Joder, si se dispara accidentalmente, Charles podría acabar muerto. Si Louis la encontrara… mierda, esto no pinta nada bien.
Charles intenta levantarse, pero le obligo a sentarse de nuevo de un empujón.
— ¡Tú vas por ahí armado! — protesta — ¿Por qué no puedo hacerlo yo?
— Ya sabes por qué. Yo soy miembro de una banda. Tú no. Tú estudiarás, irás a la universidad y tendrás una vida normal.
— Crees que puedes planificar nuestras vidas, ¿verdad? — suelta Charles. — Bueno, pues yo también tengo planes.
— Pues mejor será que esos planes no incluyan entrar en la banda.
Tengo la sensación de que ya le he perdido. Se me tensan los músculos. Puedo evitar que entre en los American Blood, pero sólo si me deja ayudarle. Miro la fotografía de Destiny que hay encima de la cama de mi hermano. La conoció este verano en Malibú, cuando fuimos a ver los fuegos artificiales al Navy Pier. Su familia vive en Gurnee y, desde que la conoció, Charles ha estado obsesionado con ella. Hablan por teléfono todas las noches. Es inteligente, canadiense como nosotros, y cuando Charles intentó presentarnos ella reparó en mí. Su rostro se transformó al ver que yo era un pandillero.
— ¿Crees que Destiny querrá salir contigo si te conviertes en un pandillero? — le pregunto.
No hay respuesta, lo que es buena señal. Está reflexionando.
— Te dará calabazas tan rápido que ni lo notarás.
Charles desvía la mirada hacia la foto colgada en la pared.
— Charles, pregúntale a qué universidad irá. Estoy seguro de que ya ha pensado en eso. Si quieres, tú puedes hacer lo mismo.
Mi hermano me mira. En su interior está librándose una batalla: intenta elegir entre lo que parece más fácil, como la vida de gángster, y las cosas por las que quiere luchar, como Destiny.
— No salgas más con Will. Búscate nuevos amigos y entra en el equipo de fútbol del instituto o algo así. Empieza a comportarte como un chico normal y deja que yo me ocupe del resto.
Me meto la pistola en la cinturilla de los vaqueros y salgo de casa. Me dirijo al almacén.

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