El cielo es mi único límite♥.

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Espero que te guste todo lo que leas en este blog, porque es mi pequeño espacio. Iré publicando todas las novelas que escriba o adapte, y también iré creando posts parecidos a los de Tumblr.
{Belieber&Directioner} Si eres un hater, puedes volver por donde has venido, no creo que aquí haya nada que te interese.

miércoles, 4 de enero de 2012

Química Perfecta {1} «Adaptada»

~ ____ ~
Todo el mundo sabe que soy perfecta. Mi vida es perfecta, la ropa que visto es perfecta e incluso mi familia es perfecta. Y me he dejado la piel en guardar apariencias y hacer que los demás lo crean así, aunque todo sea una farsa. Esta imagen de ensueño se desvanecería si saliese la verdad a la luz.
Estoy en pie frente al espejo del cuarto de baño, mientras la música suena a todo volumen en los altavoces, y por tercera vez, tengo que borrar la raya torcida que he trazado en el párpado interior. Me tiemblan las manos, maldita sea. El comienzo del último curso del instituto y el reencuentro con mi novio después de un verano separados, no son motivos para angustiarme de esta manera. Pero hoy me he levantado con el pie izquierdo. Primero, el rizador de pelo ha empezado a echar humo antes de dejar de funcionar. Luego se me ha caído el botón de mi camisa favorita. Y ahora el lápiz de ojos parece haber cobrado vida. Si pudiera elegir, me quedaría en la cama todo el día, comiendo galletas de chocolate recién horneadas.
—¡____, baja! —Grita mi madre desde el vestíbulo sin que apenas pueda oírla. Mi primer impulso es no hacerle caso, pero eso no me ha traído otra cosa que discusiones, dolores de cabeza y más gritos.
—Ahora mismo bajo. —Respondo, esperando que el lápiz de ojos me de tregua y pueda acabar por fin.
Tras conseguirlo, lanzo el lápiz de ojos al armario y compruebo mi aspecto en el espejo unas tres veces. Acto seguido, apago el equipo de música y bajo corriendo al vestíbulo.
Mi madre me espera al final de nuestra espléndida escalera para revisar mi atuendo. Me pongo recta. Lo sé, tengo 18 años y no debería importarme lo que mi madre opine de mí. Pero nadie sabe lo que es vivir en casa de los Ellis.
Mi madre sufre ansiedad, y cuando ella se estresa, todos los que estamos alrededor sufrimos las consecuencias.
—Los pantalones son horribles, pero me encanta el cinturón. Y ese ruido al que llamas música me estaba provocando jaqueca.
—Buenos días a ti también, mamá. —Respondo antes de darle un beso en la mejilla. -¿Dónde está Shelley?
—En la cocina. Su nueva cuidadora se llama Baghda, y no llegará hasta dentro de una hora.
—¿Le has dicho que la lana le provoca picores? ¿Y que le tirará del pelo en cuanto se despiste? —Pregunto.
Ella asiente, y yo me dirijo a la cocina. No me apetece escuchar como mi madre empieza a hablar de nuevo sobre los arrebatos de ira de Shelley. Mi hermana está sentada en la mesa, en su silla de ruedas, intentando comerse su comida triturada. Aunque tenga veinte años, sus limitaciones físicas no le permiten masticar y tragar como el resto de la gente.
—Oye Shelley —Digo inclinándome hacia ella y limpiándole la cara con una servilleta. -Es mi primer día de clase, Deséame suerte.
Ella extiende sus vacilantes brazos, y me lanza una sonrisa ladeada. Me encanta cuando sonríe.
La estrecho entre mis brazos procurando que no pueda alcanzarme el pelo con las manos. Cuando me incorporo, mi madre suelta un grito ahogado.
—_____, no puedes ir al instituto así.
—¿Así como?
—Mírate la camiseta. —Insiste negando con la cabeza, y dejando sacar un suspiro de desesperación.
Bajo la mirada y veo una enorme mancha húmeda en mi camiseta de Calvin Klein. Ups. La baba de Shelley.
—No pasa nada. —Digo, aunque en el fondo creo que ha arruinado mi aspecto perfecto.
—Sube a tu cuarto y cámbiate.
—Mamá, es sólo melocotón. —Digo con cuidado, para que mi respuesta no desencadene un auténtico combate a gritos. Lo último que quiero es hacer que mi hermana se sienta mal.
—No querrás que la gente piense que descuidas tu aspecto…
—Vale. —Cedo.
Le doy un beso a mi hermana en la coronilla para asegurarme de que no piense que me he enfadado con ella.
Subo los escalones de dos en dos. Cuando llego a mi habitación miro el reloj. Oh no. Son las siete y media. Mi mejor amiga, Sierra, se va a poner como loca si llego tarde a recogerla.
Cojo una bufanda azul cielo del armario. Estoy segura de que si la coloco estratégicamente, puede que nadie repare en la mancha. Cuando bajo de nuevo la escalera, mi madre me espera en el vestíbulo para revistar mi aspecto por segunda vez. Me coloca un bollo en la mano, y yo acepto el dulce. Es de plátano, pero está demasiado cocido.
Me recuerda a mí, con aspecto exterior perfecto, pero hecho papilla por dentro.

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