El cielo es mi único límite♥.

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Espero que te guste todo lo que leas en este blog, porque es mi pequeño espacio. Iré publicando todas las novelas que escriba o adapte, y también iré creando posts parecidos a los de Tumblr.
{Belieber&Directioner} Si eres un hater, puedes volver por donde has venido, no creo que aquí haya nada que te interese.

miércoles, 4 de enero de 2012

Química Perfecta {7} «Adaptada»

~ _____ ~
Estoy junto a mi taquilla, después de clase, cuando veo que se acercan mis amigas Morgan, Madison y Megan. Sierra las llama ‘El Factor Triple M de Fairfield’. Morgan me da un abrazo.
— Oh Dios, ¿estás bien? — Pregunta apartándose un poco, y mirándome detenidamente.
— Dicen que Colin te protegió. Qué valiente es. Tienes mucha suerte, _____. —Añade Madison, haciendo rebotar sus exclusivos rizos con cada palabra.
— No ha sido para tanto. — Digo, preguntándome qué diferencias habrá entre el rumor que circula y lo que en realidad sucedió.
— ¿Qué dijo Justin exactamente? — Pregunta Megan. — Caitlin les hizo a Justin y Colin una foto con el móvil, cuando estaban en el pasillo, pero no pude ver bien lo que estaba pasando.
— ¡Será mejor que os deis prisa si no queréis llegar tarde al entrenamiento, chicas! — Grita Darlene desde el fondo del pasillo.
~*~
Cuando llegamos al campo de entrenamiento, todo el equipo está sentado sobre el césped, esperando a la señora Small. Uf, menos mal que no llegamos tarde.
Después de un rato, ella camina hacia nosotras con su reproductor de CD, protestando porque alguien lo había cambiado de sitio, y que por eso llegaba tarde.
Cuando la señora Small nos pide hacer estiramientos, Sierra asoma la cabeza por encima de Darlene para poder hablar conmigo.
— Estás metida en un buen lío. — Anuncia Sierra
— ¿Por qué?
Sierra posee una visión y un oído fuera de lo común. Se entera de todo lo que ocurre en Fairfield.
— Se rumorea que Alice Tomlison te está buscando. — Dice mi mejor amiga.
Oh, no. Alice Tomlison es la exnovia de Justin. Intento mantener la calma y no pensar en lo peor, pero Alice es dura de pelar, lo dice su aspecto, desde sus uñas pintadas de rojo hasta sus botas negras de tacón de aguja. ¿Está celosa porque soy la compañera de Justin o cree que he sido yo la que se ha chivado al director?
La verdad es que no he tenido nada que ver con el asunto. Me han dictado en el despacho de Simons porque alguien ha sido testigo del incidente en el aparcamiento, y del encontronazo en la escalera, y ha ido a contárselo al director. Lo cual ha sido una estupidez porque no ha ocurrido nada.
Simons no me ha creído. Habrá pensado que estaba demasiado asustada para contarle la verdad. Aunque en aquel momento no lo estaba… pero ahora sí.
Alice Tomlison puede acabar conmigo en cuanto se lo proponga. Probablemente sepa manejar armas, y la única arma que yo sé utilizar son los pompones. Puede que esté loca, pero dudo que mis pompones sirvan para ahuyentar a una chica como Alice.
La mayoría de la gente piensa que no hay nada que me perturbe. Tampoco quiero hacerles creer lo contrario. He sudado la gota gorda para mantener esta fachada, y no estoy dispuesta a perderla porque un pandillero y su novia quieran ponerme a prueba.
La señora Small nos hace comenzar a ensayar nuestro número, y pone de nuevo nuestra canción. El ritmo, la letra, los instrumentos… es un mezcla que se cuela en mi interior y me levanta el ánimo sin importar lo bajo que lo tenga. A medida que bailo con el resto del equipo, en una coordinación perfecta, me olvido de Alice y Justin, de los problemas que tengo con mi madre, y de todo lo demás.
La canción acaba demasiado pronto. Aún deseo moverme al ritmo de la letra cuando la señora Small apaga el reproductor de CD.
Elisabeth está en mi grupo. Se agacha para darle un sorbo a su botella de agua.
— No te preocupes por Alice. — Dice —. Perro ladrador, poco mordedor.
— Gracias. — Susurro.
Elisabeth parece una chica dura, con la bandana roja de los American Blood, los tres pendientes en la ceja y las manos plegadas sobre el pecho, cuando no estamos haciendo ningún número. No obstante, su mirada desprende bondad. Y sonríe mucho. Su sonrisa suaviza su apariencia, y estoy segura de que estaría preciosa si se pusiera un lazo rosa, en lugar de llevar esa condenada bandana roja.
— Estás en mi clase de química, ¿verdad? — Le pregunto.
Ella asiente con la cabeza.
— ¿Conoces a Justin Bieber?
Vuelve a asentir.
— ¿Son ciertos los rumores que circulan sobre él? — Pregunto con cuidado, porque no sé cómo puede reaccionar ante mi curiosidad. Si no me ando con pies de plomo, acabaré teniendo una lista enorme de personas que quieren ir a por mí.
La larga y morena melena de Elisabeth se mueve de un lado a otro mientras contesta.
— Depende de los rumores a los que te refieras.
Cuando estoy a punto de recitar la lista de rumores sobre el consumo de drogas y los arrestos policiales, Elisabeth se pone en pie.
— Escucha, _____. Tú y yo nunca seremos amigas. Pero tengo que decirte que, pese a comportarse como un imbécil contigo, Justin es tan malo como se rumorea. Ni siquiera es tan malo como él cree que es.
Después de la práctica, me dirijo directamente a los vestuarios. No me apetece que nadie más me pregunte sobre Justin Bieber. He tenido suficiente por hoy, y también tendré suficiente aguantándole durante todo el curso.
Cuando llego a casa, encuentro a Baghda apunto de marcharse. No me da tiempo a preguntarle qué tal ha ido, cuando ya ha salido por la puerta.
Finalmente es a mí a quien le toca cambiarle los pañales a Shelley.
Después de arreglarla, la bajo a la cocina, donde mamá acaba de llegar. Le paso a mi hermana unas cuantas revistas donde salen modelos preciosas, vestidas con todo tipo de ropas. Le encanta ojear ese tipo de revistas. Ayudo a mamá a preparar los filetes para la cena, y juntas preparamos una ensalada para papá. Él prefiere cenar ligero.
Mi padre nunca pasa tiempo en casa, unas veces por el trabajo, y otras porque simplemente no le apetece estar con nosotras.
En momentos como estos es cuando siento lástima por mi madre. Mi padre no le presta demasiada atención.
Pongo la mesa mientras mi madre trae la ensalada, los filetes y pan tostado. Masculla algo sobre no ser valorada. Supongo que quiere que la oiga, pero que no haga ningún comentario al respecto. Shelley sigue absorta en sus revistas, ignorante de la tensión que hay entre nuestros padres.
— El viernes me voy a China y estaré allí dos semanas. — Anuncia mi padre, al entrar a la cocina ya cambiado, con unos pantalones de chándal y una camiseta. — Nuestro distribuidor de allí está repartiendo material defectuoso, y tengo que averiguar la cantidad.
— ¿Y la boda de DeMaio? Es este fin de semana, y ya hemos confirmado nuestra asistencia.
Mi padre deja caer el tenedor y mira a mi madre.
— Sí, estoy seguro de que la boda del hijo de los DeMaio es más importante que mantener a flote mi negocio.
— Bill, yo no he insinuado que tu negocio sea menos importante. — Rebate mi madre, dejando también caer el tenedor sobre el plato. — Pero me parece una grosería cancelar ese tipo de cosas en el último momento.
— Puedes ir tú sola.
— ¿Y que la gente empiece a cuchichear sobre la razón por la que no me has acompañado? No, gracias.
Esta es la típica conversación durante la cena de los Ellis. Mi padre hablando sobre lo duro que es su trabajo, mi madre intentando fingir que somos una familia feliz y Shelley y yo manteniéndonos al margen de todo.
— La nueva cuidadora de Shelley ha llegado hoy. — Le informa mi madre. — ¿Te acuerdas?
Mi padre se encoge de hombros, porque cuando la última cuidadora se marchó, él insistió en que Shelley debería vivir en algún tipo de residencia. Esa es la razón por la que ir a Northwestern es tan importante para mí. Tengo que estar pendiente de ella, evitar que se la lleven a algún centro donde nadie la comprenda y esté sola.
A las nueve llama Megan para quejarse sobre Darlene. Opina que ha cambiado durante el verano, y ahora se lo tiene creído por estar saliendo con un universitario. A las nueve y media llama Darlene para decirme que sospecha que Megan está celosa porque sale con un universitario. A las nueve y cuarenta y cinco llama Sierra diciéndome que ha hablado con Megan y Darlene y que no quiere entrometerse. Yo estoy de acuerdo con ella.
Son las once menos cuarto cuando por fin termino mi redacción sobre el respeto para la señorita Peterson. Estoy tan cansada, que siento que no puedo ni mantener levantada la cabeza. Cuando me acuesto, marco el número de Colin. No le he llamado antes porque dijo que pasaría la tarde en casa de Doug, un amigo. Me habría gustado ir, pero tenía cosas que hacer en casa.
— Hola guapa — dice — ¿Qué haces?
— No mucho. Estoy en la cama. ¿Os habéis divertido en casa de Doug?
— No tanto como lo habría hecho si hubieras estado. Pero me alegro de que ahora me hayas llamado.
Tiro de mi enorme edredón rosa hasta la barbilla, y hundo la cabeza en mi mullida almohada.
— ¿De verdad? — le pregunto, esperando un cumplido con un tono de voz cariñoso. — ¿Por qué?
Hace mucho tiempo que Colin no me dice que me quiere. Ya sé que no es la persona más cariñosa del mundo. Mi padre tampoco lo es. Pero es algo que necesito oír de Colin. Quiero que me diga que me quiere, que me echa de menos, que soy la chica de sus sueños.
Colin carraspea antes de hablar.
— Nunca hemos tenido sexo telefónico.
Vale, esas no son las palabras que esperaba. No debería sentirme ni decepcionada ni sorprendida. Él es un adolescente y soy consciente de que los chicos sólo piensan en el sexo. Esta tarde, cuando leí la nota de Justin en la que hablaba de tener sexo duro, me esforcé por ignorar la extraña sensación que se me instaló en el estómago. Lo que él no sabe es que soy virgen.
Colin y yo nunca hemos tenido relaciones sexuales. Ni telefónicas ni reales. Estuvimos a punto el año pasado, pero yo no estaba preparada.
— ¿Sexo telefónico?
— Sí, tócate, _____. Y después me dices lo que estás haciendo. Eso me pone muchísimo.
— Y mientras me toco, ¿qué vas a hacer tú? — Pregunto.
— ¿Qué crees que voy a hacer? ¿Los deberes?
Me río. Es más una risa nerviosa porque no nos hemos visto mucho los dos últimos meses. Tampoco hemos hablado demasiado, y ahora quiere que en un solo día pasemos del ‘me alegro de verte después de todo el verano separados’, al ‘tócate mientras tenemos sexo telefónico’. Tengo la sensación de estar en medio de una canción de reguetón.
— Vamos, _____. — Me dice Colin. — Piensa que es una práctica antes de que lo hagamos de verdad. Quítate la camiseta y tócate.
— Colin… — digo
— ¿Qué?
— Lo siento, pero no me apetece. Al menos, ahora no.
— ¿Estás segura?
— Sí. ¿Estás enfadado?
— No. — dice — Pero pensé que sería divertido darle un toque picante a nuestra relación.
— No sabía que te aburrieras…
— No es eso. Es sólo que me he pasado las vacaciones haciendo esquí acuático, piruetas con tabla de surf y deportes de motor fuera de pista. Son cosas que hacen que se te acelere el corazón. ¿Sabes? Es un puro subidón de adrenalina.
— Suena genial.
— Lo fue, _____. Y estoy preparado para ese subidón de adrenalina… contigo.

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