El cielo es mi único límite♥.

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Espero que te guste todo lo que leas en este blog, porque es mi pequeño espacio. Iré publicando todas las novelas que escriba o adapte, y también iré creando posts parecidos a los de Tumblr.
{Belieber&Directioner} Si eres un hater, puedes volver por donde has venido, no creo que aquí haya nada que te interese.

miércoles, 4 de enero de 2012

Química Perfecta {13} «Adaptada»

~ _____ ~
Una cosa tengo clara… no voy a devorarme a besos con Justin Bieber. Afortunadamente, la señora Peterson nos ha tenido ocupados toda la semana, haciendo experimentos, de modo que no hemos tenido tiempo de hablar. Aunque cada vez que miro el brazo vendado de Justin, me acuerdo del golpe que le propiné.
Intento no pensar en él mientras me pinto los labios para mi cita con Colin. Es viernes por la noche, vamos a ir a cenar y al cine.
Después de que mi madre me advierta unas cuantas veces de que no puedo llegar más tarde de las diez y media, Colin llega.
Salgo corriendo hacia la puerta principal antes de que mi madre lo haga por mí. Colin aparece en el umbral de la puerta con una docena de rosas rojas en la mano.
— Para ti — dice sonriéndome
He sido una idiota al pensar tanto en Justin esta semana. Abrazo a Colin y le doy un verdadero beso en los labios.
Canturreo alegre mientras me dirijo a la cocina, oliendo la dulce fragancia de las rosas. Pongo agua en un jarrón, preguntándome si Justin le habrá llevado flores a su novia alguna vez. Estar con Colin es tan… ¿aburrido? No. No somos aburridos. Somos prudentes. Acomodados… monos. Somos monos.
Mientras tanto, Colin está charlando con mi madre. Eso es algo que no me gusta demasiado que haga.
— ¿Preparado? — le pregunto.
— ¡Tráela a las diez y media! — grita mi madre mientras nos alejamos.
— ¡Por supuesto, señora Ellis! — responde Colin.
Una vez sentados en su Mercedes, él deposita su mano sobre mi muslo.
— Hay un cambio de planes. — Frunzo el ceño — En lugar del cine, iremos a ver un partido de Los Ángeles Cubs, la empresa de mi padre ha conseguido entradas.
— Guay… pero… ¿estaremos de vuelta a las diez y media? — le pregunto preocupada. No me cabe ninguna duda de que mi madre estará esperando en la puerta de casa.
Él asiente algo cansado.
~*~
Ya en el partido, Colin comienza a hablar con la gente importante de la empresa de su padre. De vez en cuando me dejar participar en la conversación, aunque de todas formas tampoco me estoy enterando demasiado de lo que dicen. Tampoco estoy demasiado pendiente del partido, nunca me ha gustado este deporte. De fondo se puede escuchar la voz de Colin, hablando muy formalmente, aunque no es en eso en lo que pienso. Sino en Justin, como desde hace un par de días. No logro que salga de mi mente, y eso no es bueno. No puede ser bueno, cuando él es un pandillero pobre y yo… yo soy _____, ______ Ellis. La chica falsamente perfecta y la que todo lo tiene.
Megan me llama al móvil, sacándome de mis estúpidos diálogos interiores, y le describo los momentos claves del partido. Ella me habla de un lugar llamado Club Mystique, algo parecido a una discoteca. Asegura que a Sierra y a mí nos encantaría, aunque dudo mucho que yo pueda ir. Colin odia bailar, en cambio… me pregunto cómo bailará Justin, si es que sabe.
A las nueve y cuarenta y cinco me vuelvo hacia Colin y le repito que no puedo llegar a casa con retraso, aunque el partido no haya acabado aún. Él me coge de la mano. Tengo la sensación de que es una simple forma de hacerme callar, para no interrumpir en su conversación con ese hombre viejo y estirado.
— Colin… — Digo, apretándole la mano.
Él me responde rodeándome los hombros con un brazo.
Cuando ya son las diez pasadas, me canso e intervengo en la conversación.
— Lo siento, pero Colin tiene que llevarme a casa.
Él gruñe algo por lo bajo, y se despide cordialmente de esos señores empresarios. Salimos de estadio sin cruzar una palabra. Al llegar al coche, me mira suspirando.
— ____, ¿sabes lo difícil que es conseguir una entrada VIP para un partido como este?
— Ahora mismo no me importa. Tengo que estar en casa dentro de media hora.
— Pues llegarás a las once. Llama a tu madre y dile que estamos en mitad de un atasco.
Está claro que Colin no sabe cómo se pone mi madre cuando está histérica, y sinceramente tampoco creo que le importe demasiado.
Nos ponemos en marcha, no a las once, sino a las once y media. Colin todavía sigue hablando del partido mientras escucha el resumen por la racio.
— Tengo que irme — digo, acercándome para darle un beso rápido.
— Quédate aquí un rato — susurra contra mis labios. — Hace una eternidad que no hemos tenido tiempo de divertirnos juntos. Lo echo de menos.
— Yo también, pero es muy tarde. — replico — Pasaremos juntos más noches.
— Espero que sea pronto.
Entro en casa, preparada para el sermón. Tal y como esperaba, mi madre me espera en la entrada, cruzada de brazos.
No dice nada, tan sólo me asesina con la mirada mientras resopla, y para mí esos gestos significan más que cien broncas. Sé perfectamente lo que está pensando, y todo lo que le gustaría decirme, pero no lo hace para no despertar a Shelley. Agradezco que sea así, y tras pedirle perdón con la mirada, me hace un gesto con la mano para que suba a mi habitación.
~*~
El sábado por la mañana me despierta el grito de mi madre. Aparto rápidamente las sábanas, me levanto y salgo corriendo por la escalera para ver qué ocurre.
Shelley acaba de tirar su desayuno al suelo, y mi madre se ha puesto como una fiera. Cuesta creer que todos los despertares en mi casa sean parecidos a este, pero sí, así son.
Mi madre se encuentra en la cocina gritándole a Shelley, pero a mí se me encoge el corazón. Entro algo enfurecida y fulmino a mi madre con la mirada. Sabe que odio que le grite, más que nada porque ella no se lo merece.
Sin pensarlo dos veces, cojo una toallita y me arrodillo al lado de mi hermana para limpiarle los pantalones.
— ¡_____, apártate! — grita mi madre.
No le hago caso. Debería de habérselo hecho, porque antes de que logre apartarme, Shelley me coge del pelo y empieza a tirar con fuerza. Con todo el alboroto, se me ha olvidado que a Shelley le ha dado últimamente por tirar del pelo a la gente.
Grito a causa del dolor, mientras mi madre intenta con todas sus fuerzas que Shelley suelte mis cabellos. Le ruego que deje de estirar, pero no sirve de mucho.
Parece que mi madre ha conseguido apartar las manos de mi hermana, porque por fin me suelta el pelo. O eso, o Shelley me ha arrancado el mechón que estaba estirando.
Caigo al suelo y acto seguido me llevo la mano a la parte de atrás de la cabeza. Las lágrimas me resbalan por las mejillas.
— Esto ha llegado demasiado lejos. ____, coge el coche de tu padre y ve al aeropuerto de O’Hare a recogerlo. Su vuelo llega a las once. Es lo mínimo que puedes hacer para echar una mano.
~ Justin ~
Llevo una hora esperando en la biblioteca. Bueno, más bien una hora y media. Antes de las diez, salí a sentarme en los bancos de cemento. A las diez volví a dentro y me quedé mirando el expositor, fingiendo estar interesado en esos eventos. No quería parecer ansioso por ver a ____. A las diez y cuarenta y cinco me senté en los sofás y aproveché para hojear el libro de química.
Ahora son las once. ¿Dónde se habrá metido?
Podría haber ido a dar una vuelta con mis amigos. Maldita sea, debería ir a dar una vuelta con mis amigos. Pero tengo la estúpida necesidad de saber la razón por la que ____ me ha dejado plantado. Intento convencerme de que es cuestión de orgullo, pero en el fondo estoy preocupado por ella.
Durante su ataque de nervios en la enfermería, me dio a entender que su madre no era la candidata perfecta para la Madre del Año. ¿No se da cuenta ____ de que ya tiene dieciocho años y que puede irse de casa si quiere? Si lo pasa tan mal… ¿por qué se queda allí?
Porque sus padres son ricos.
Si yo me fuera de casa, mi nueva no sería muy diferente de la antigua. Sin embargo, para una chica que vive en la zona norte, una vida sin toallas de diseño y una sirvienta que te siga a todas partes, probablemente sea peor que la muerte.
Ya he esperado suficiente a ____. Voy a ir a su casa, para que me expliqué por qué me ha dejado plantado. Sin pensarlo dos veces, me subo a la moto y me dirijo a la zona norte. Sé donde vive… en la vomitiva mansión blanca flanqueada por columnas.
Aparco la moto en el camino de la entrada y llamo al timbre.
Me aclaro la garganta, para no atragantarme al hablar. Mierda, ¿qué voy a decirle? ¿Y por qué me siento tan inseguro, como si ella fuera a juzgarme y yo tuviera que impresionarla?
Nadie responde, vuelvo a llamar.
¿Dónde está el sirviente o el mayordomo que te abre la puerta cuando lo necesitas? Justo en el momento en el que estoy apunto de renunciar y alejarme de esa maldita casa, la puerta se abre. Delante de mí aparece una versión más mayor de____. No cabe duda de que es su madre. Cuando me mira, me doy cuenta de la mueca de desprecio que me lanza.
— ¿En qué puedo ayudarte? — pregunta llena de seguridad. Tengo la impresión de que o espera que forme parte de la plantilla de jardineros, o que sea un vendedor que va de puerta en puerta acosando a la gente. — En este vecindario está prohibida la venta ambulante.
— No estoy aquí para vender nada. Me llamo Justin. Solamente quería saber si ____ estaba… bueno, en casa. — respondo. Genial, me he quedado sin palabras dos veces.
— No. — contesta con un tono de voz tan frío como su mirada.
— ¿Sabe a dónde ha ido?
La señora Ellis entrecierra la puerta. Probablemente piense que voy a asomar la cabeza para comprobar las cosas de valor que tiene, y sentirme tentado de robarlas.
— No suelo dar información sobre dónde se encuentra mi hija. Ahora, si me disculpas… — dice, antes de cerrarme la puerta en las narices.
Me quedo delante de la puerta principal como un imbécil. Tengo la sensación de que ____ estaba detrás de la puerta pidiéndole a su madre que se deshiciera de mí. En su lugar, yo no jugaría conmigo.
Detesto los juegos que no puedo ganar.
Regreso a la moto, preguntándome si debería sentirme como un pitbull furioso.
~ ____ ~
— ¿Quién es Justin?
Esas son las primeras palabras que me dirige mi madre después de que llegue a casa del aeropuerto, donde he ido a recoger a mi padre.
— Un chico del instituto. Me ha tocado como compañero en la clase de química. — respondo en voz baja. — ¿Por qué le conoces?
— Vino aquí después de que te fueras al aeropuerto. Le he echado.
¡Dios! Me olvidé de que había quedado con Justin esta mañana.
Cuando pienso en ello, le imagino esperándome en la biblioteca y me invade un sentimiento de culpabilidad. Era yo quien no confiaba en que se presentara, pero al final he sido yo quien no ha cumplido con su palabra. Debe de estar furioso… me siento fatal.
— No lo quiero cerca de casa. — confiesa — Los vecinos comenzarían a chismorrear sobre ti.
Espero que algún día pueda vivir en un lugar en el que no tenga que preocuparme de los cotilleos de los vecinos.
— De acuerdo. — accedo.
— ¿No puedes cambiar de compañero?
— No.
— ¿Lo has intentado?
— Sí, mamá. Lo he hecho. La señora Peterson se niega a cambiarme.
— Quizás no hayas insistido lo suficiente. Llamaré al instituto el lunes y les haré…
La miro fijamente, ignorando el dolor que tengo en la parte posterior de la cabeza, donde mi hermana se ha llevado un buen mechón de pelo.
— Mamá, no necesito que llames al instituto y me hagas sentir como una niña de dos años.
— ¿Ha sido ese Justin el que te ha enseñado a faltarle el respeto a tu madre? ¿Te crees que puedes hablarme así porque ese chico sea tu compañero?
Ojalá estuviera mi padre para intervenir.
— Porque si empiezas a codearte con gentuza como esa, la gente te considerará como tal. No es así como te hemos educado tu padre y yo.
Vaya, aquí viene el sermón. Sé cual es el significado que se esconde tras sus palabras. Shelley no es perfecta, por lo que yo tengo que serlo por las dos. Aspiro profundamente intentando calmarme, mientras ignoro todo lo que ella está diciendo. Todos los días son lo mismo, y ya he aprendido a desaparecer de la realidad cuando pasan estas cosas.
Afortunadamente, suena el teléfono y mi madre va a atender la llamada. Salgo corriendo hacia mi habitación, dando así por terminado su discurso. Busco la guía de estudiantes del Instituto Fairfield para conseguir el teléfono de Justin.
Abro mi móvil y marco su número.
— ¿Si? — contesta una voz de chico.
Aspiro profundamente.
— Hola — respondo — ¿Está Justin?
— Ha salido.
— ¿Quién es? — oigo a una mujer preguntar a lo lejos.
— ¿Quién eres? — pregunta el chico.
Me doy cuenta de que no paro de morderme las uñas mientras hablo.
— _____ Ellis. Soy… una amiga del instituto de Justin.
— Es _____ Ellis, una amiga del instituto de Justin. — explica el chico a su madre.
— Coge el mensaje — le oigo decir.
— ¿Eres su nueva novia? — pregunta el chico.
Oigo un golpe y un ‘¡Ay!’, antes de que el chico rectifique.
— ¿Quieres dejar un mensaje?
— Dile que ha llamado ______ Ellis. Este es mi número…

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