El cielo es mi único límite♥.

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Espero que te guste todo lo que leas en este blog, porque es mi pequeño espacio. Iré publicando todas las novelas que escriba o adapte, y también iré creando posts parecidos a los de Tumblr.
{Belieber&Directioner} Si eres un hater, puedes volver por donde has venido, no creo que aquí haya nada que te interese.

jueves, 5 de enero de 2012

Química Perfecta {27} «Adaptada»

~ Justin ~
Sigo mirando sus largas piernas, voy a acabar provocando un accidente.
Me siento algo incómodo con ella, porque todavía sigo teniendo presente el sueño que tuve la otra noche. Suerte que no se ha dado cuenta. La miro y no puedo evitar sentirme nervioso, algo más de lo que debería. No estoy acostumbrado a sentir esto. Tampoco estoy acostumbrado a interesarme ni preocuparme por nadie, pero con ella no puedo evitarle. Parece como si fuera por ahí proclamando que es frágil, y que necesita protección. No sé qué somos ahora mismo, ni tampoco sé hacia dónde nos llevará esto. Porque tengo claro que no se trata de una simple atracción. No, claro que no. Es mucho más que eso.
— ¿Cómo está tu hermana? — le pregunto para cambiar de tema.
— Muy bien. Le caíste genial, Justin. Está deseando ganarte otra vez a las damas.
Sonrío. Ella también me cayó muy bien a mí.
— ¿En serio? Bueno, dile que me dejé ganar. Estaba intentando impresionarte.
— ¿Perdiendo a las damas?
— Funcionó, ¿verdad? — digo, encogiéndome de hombros.
Reparo en que no deja de colocarse el vestido, como si necesitara ponérselo buen para causarme buena impresión. Con la intención de disipar sus nervios, le recorro el brazo con los dedos antes de cogerla de la mano.
— Dile a Shelley que volveré para la revancha. — le digo.
Ella se vuelve hacia mí y me mira con sus resplandecientes ojos azules.
— ¿En serio?
— Por supuesto. — le sonrío.
Durante el trayecto, intento mantener una conversación intrascendente. Pero no funciona, no soy el tipo de chico al que le gusten ese tipo de conversaciones. Me alegro de que ___ parezca contenta aunque estemos en silencio.
Poco después, aparco delante de una casa de ladrillo, pequeña, de dos plantas.
— ¿La boda no es en la iglesia?
— No. Helen quiere casarse en casa de sus padres.
Le rodeo la cadera con el brazo cuando nos acercamos a la casa. No sé por qué razón, pero tengo la necesidad de presumir de ella.
Tal vez en el fondo sea cierto que soy un neandertal. Cuando entramos en la casa, nos llega música procedente del patio, y hay gente ocupando cada centímetro del espacio. Compruebo la reacción de ____, preguntándome si ha sido transportada por arte de magia a Canadá. Mi familia no tiene casas enormes con piscinas como a las que ella está acostumbrada.
Henrie y algunos de mis primos nos dan la bienvenida a gritos. Todos hablan en su argot, no sé si ___ los entiende. Estoy acostumbrado a que mis tías me besuqueen sin parar y que mis tíos me den vigorosos manotazos en la espalda. Pero no creo que a ella le haga mucha gracia aquello. Me acerco a ___ para que sepa que no me he olvidado de ella. Empiezo a presentarle a toda la familia, pero me doy por vencido cuando comprendo que no hay manera de que recuerde todos los nombres.
— ¡Eh! — exclama una voz a nuestra espalda.
Me vuelvo y veo a Ryan.
— ¿Qué pasa? — le saludo, dándole una palmada en la espalda. — ____, seguro que ya conoces a mi mejor amigo del instituto. No te preocupes, sabe que no tiene que decirle a nadie que te ha visto aquí.
— Mis labios están sellados.
— Hola, Ryan. — dice ella con una sonrisa.
Bob se une a nosotros, con su esmoquin blanco y una rosa roja en la solapa. Recibo a mi futuro primo con otra palmada en la espalda.
— ¿Qué pasa, Justin? ¿Vas a presentarme a tu amiga o qué?
— ____, este es Bob. Es el pobre que… quiero decir, el afortunado que va a casarse con mi prima Helen.
____ y Bob se abrazan, y después Ryan entabla una estúpida conversación con él.
Cojo a ____ de la mano y la llevo afuera. Un grupo toca música en directo. Aunque nos hayamos adaptado bien, seguimos manteniendo nuestras costumbres. Hay mucha comida, las familias son numerosas y todos estamos muy unidos. Y nos encanta movernos al ritmo de la música que llevamos en la sangre.
— ¿Ryan es tu primo? — me pregunta ____.
— No, pero le gusta pensar que sí. Charles, esta es ____. — informo a mi hermano cuando llego a su lado.
— Sí, ya lo sé. — dice Charles. — Recuerdo haberos visto en pleno intercambio de saliva.
____ se queda muda por la sorpresa.
— Ten cuidado con lo que dices. — le advierto, dándole una colleja.
____ me pone la mano en el pecho.
— No te preocupes, Justin. No tienes que protegerme de todos.
Charles adopta una postura presumida.
— Es cierto, hermanito. No tienes que protegerla. Bueno, tal vez de mamá sí.
Se acabó. Llevo a mi hermano a un lado y me enzarzo con él en una discusión.
— Lárgate y no molestes.
¿Está intentando estropearme la cita? Charles se dirige a la mesa, resoplando.
— ¿Y tu otro hermano? — pregunta ____.
Nos sentamos en una de las muchas mesitas alquiladas que hay en medio del patio. Coloco el brazo sobre el respaldo de su silla.
— Louis está ahí. — digo, señalando un rincón del patio, donde mi hermano es ya el centro de atención de todas las niñas gracias a su imitación de animales.
____ tiene la mirada puesta en los cuatro niños de mi prima. Todos tienen menos de siete años y corretean por todos lados. Marissa, de dos años, ha decidido que no estaba a gusto con su vestido y se lo ha quitado, arrojándolo a un lado del patio.
— Seguramente pensarás que no son más que un puñado de ruidosos insoportables.
Ella sonríe.
— No. Me parecen un puñado de gente que se divierte en una boda al aire libre. ¿Quién es ese? — pregunta cuando un chico vestido con uniforme militar pasa a nuestro lado. — ¿Otro primo?
— Sí. Paul acaba de regresar de Oriente Medio. Aunque no lo creas, antes era miembro de una pandilla. Antes de ser soldado, estaba muy metido en las drogas.
Ella gira la cabeza de inmediato para mirarme.
— Ya te lo dije, yo no consumo drogas. — le aseguro con decisión, deseando que me crea. — Y tampoco trafico con ellas.
— ¿Me lo prometes?
— Sí. — respondo, recordando la noche en la playa en la que estuve tonteando con Alice. Aquella fue mi última vez. — No importa lo que hayas oído, me mantengo alejado de todo eso. Es algo muy serio.
Mi prima Helen aparece finalmente con un vestido blanco de encaje, y la ceremonia da comienzo. Mientras recitan los votos, me quedo detrás de ____ estrechándola entre mis brazos, arropándola suavemente.
— Y yo os declaro, marido y mujer. — recita el sacerdote. Los novios se besan y la gente prorrumpe en aplausos. ____ me aprieta con fuerza la mano.
~ ____ ~
Está claro que Bob y Helen están locamente enamorados, y eso hace que me pregunte si alguna vez estaré tan enamorada de mi futuro marido.
Pienso en Shelley. Ella nunca tendrá marido, ni hijos. Sé que mis hijos la querrán tanto como yo. Nunca le faltará amor. Pero, en el fondo, me pregunto si anhela aquello que nunca tendrá: un marido, una familia propia.
Volviendo a Justin. Sé que no puedo verme envuelta en asuntos de pandillas y quién sabe en qué cosas más. Yo no soy así. Pero este chico, situado justo en el centro de todo aquello que rechazo, está conectado a mí como nadie lo ha estado nunca. Sé que mi misión es ayudarle a cambiar de vida, para que algún día la gente pueda decir que somos la pareja perfecta.
Cuando empieza a sonar la música, rodeo a Justin con los brazos y apoyo la cabeza sobre su pecho. Él retira los mechones de mi cuello y me abraza mientras nos balanceamos al ritmo de la música.
Me siento bien ahora mismo, en sus brazos.
Un chico se acerca a la novia con un billete de cinco dólares.
— Es una tradición. — explica Justin. — Está pagando por bailar con la novia. Lo llaman el baile de la prosperidad.
Observo, fascinada, como el chico sujeta los cinco dólares a la cola del vestido de la novia con un imperdible.
Alguien le grita algo al chico que baila con la novia y todos estallan en carcajadas.
— ¿Qué ha dicho tan divertido?
— Dicen que le ha puesto el billete demasiado cerca del trasero.
Miro a las parejas que hay en la pista de baile e intento imitar sus movimientos mientras me dejo llevar por la música. Cuando la novia deja de bailar, le pregunto a Justin si él también va a bailar con ella.
Cuando me dice que sí, le animo a hacerlo ahora.
— Ve a bailar con Helen. Mientras, iré a hablar con tu madre.
— ¿Estás segura de que quieres hacer eso?
— Sí. La he visto llegar y no quiero ignorarla. No te preocupes por mí. Tengo que hacerlo.
Justin extrae un billete de diez dólares de su cartera. Intento no reparar en ello, pero veo que está vacía. Está a punto de darle a la novia todo el dinero que le queda. ¿Puede permitírselo? Sé que trabaja en el taller, pero el dinero que gana allí probablemente lo emplee para ayudar a su familia.
Doy un paso atrás hasta que nuestras manos se separan.
— Enseguida vuelvo.
Me acerco a la madre de Justin, en la fila de mesa donde las mujeres están colocando platos de comida. Lleva un vestido cruzado rojo y parece más joven que mi madre. La gente piensa que mi madre es guapa, pero la señora Bieber posee la belleza de una estrella de cine. Tiene los ojos grandes y azules, unas pestañas que le rozan las cejas, y una piel impecable.
Le doy un golpecito en el hombro mientras dispone las servilletas sobre la mesa.
— Hola, señora Bieber.
— ____, ¿verdad? — pregunta.
Asiento con la cabeza. Vale, ya han terminado las presentaciones, ____. Deja de andarte con rodeos.
— Esto… quería decirle algo desde que llegamos. Y ahora parece el momento perfecto, pero creo que estoy andándome por las ramas y que no voy al grano. Me pasa cuando estoy nerviosa.
La mujer me observa como si estuviera loca.
— Continúa. — insiste.
— Sí, bueno, sé que no hemos empezado con muy buen pie. Y siento mucho si le falté el respeto la última vez que nos vimos. Sólo quería que supiese que no fui a su casa con la intención de besar a Justin.
— Disculpa la curiosidad, pero ¿cuáles son tus intenciones entonces?
— ¿Cómo dice?
— ¿Qué cuales son tus intenciones con Justin?
— Yo… no estoy segura de qué quiere que le diga. Si le soy sincera, lo sabremos conforme avancen las cosas.
La señora Bieber me pone la mano en el hombro.
— Dios sabe que no soy la mejor madre del mundo. Sin embargo, me preocupo por mis hijos, ____, más que nada en el mundo. Y haré lo que sea necesario para protegerles. Veo el modo en que te mira, y me asusta. No soportaría verlo sufrir otra vez por alguien que le importa.
Al escuchar a la madre de Justin hablando de él de aquel modo, siento el deseo de tener una madre como ella, alguien que quiere y se preocupa de su hijo. Me cuesta mucho asimilar lo que acaba de decirme la señora Bieber. Sus palabras me han dejado un nudo en la garganta. A verdad es que últimamente no me siento parte de mi familia. Sólo soy una chica cuyos padres esperan que diga y haga siempre lo correcto. Llevo mucho tiempo representando un papel para ayudar a mis padres a sobrellevar lo de Shelley, que es quien de verdad necesita toda su atención.
A veces resulta muy duro tener que esforzarse tanto para fingir que eres una chica normal. Nadie me dijo que tenía que ser perfecta todo el tiempo. La verdad es que el sentimiento que más predomina en mi vida es el de la culpabilidad. Una culpabilidad inagotable y monstruosa.
Culpabilidad por ser una chica normal.
Culpabilidad por la obsesión de que Shelley se sienta tan querida como yo.
Culpabilidad por temer que mis propios hijos sean como mi hermana.
Culpabilidad por sentirme avergonzada cuando la gente mira a Shelley por la calle.
Nunca terminará. ¿Cómo va a terminar cuando he estado cargando con esta sensación desde el día en que nací? Para la señora Bieber, la familia significa amor y protección. Para mí, culpabilidad y amor incondicional.
— Señora Bieber, no puedo prometerle que no le haré daño a Justin. Lo único que sé es que no puedo estar separada de él, aunque sea precisamente lo que usted desea. Ya lo he intentado.
Porque estar con Justin me permite apartarme de mi propio mundo de tinieblas. Noto como las lágrimas abandonan mis ojos y resbalan por mis mejillas. Me abro paso entre la multitud en busca del cuarto de baño.
Entro y cierro la puerta con el pestillo. Me seco los ojos y me miro en el espejo. Estoy hecha un desastre. Se me ha corrido el rimel y… qué tontería, qué más dará. Me desplomo sobre las frías baldosas del suelo.
Me cubro la cara con las manos mientras pienso en las palabras de la señora Bieber. Me quedo sentada en el suelo del cuarto de baño, secándome los ojos con una toallita. Un fuerte golpe en la puerta interrumpe mi llanto.
— ____, ¿estás ahí? — pregunta Justin desde el otro lado de la puerta.
— No.
— Sal de ahí, por favor.
— No.
— Entonces, déjame entrar.
— No.
— Quiero decirte algo.
— ¿Qué? — pregunto con el pañuelo todavía en la mano.
— Te lo diré si me dejas entrar.
Giro el pomo hasta que se emite un chasquido.
Justin entra en el baño.
— No te preocupes por nada. — me dice, y tras cerrar la puerta se arrodilla mi lado, estrechándome entre sus brazos y acercándome más a él. — ¿Qué te ha dicho mi madre? — me pregunta mientras me acaricia el pelo.
Oculto el rostro en su pecho.
— Sólo ha sido honesta conmigo. — murmuro contra su camisa.
Un fuerte ruido en la puerta nos interrumpe.
— Abre la puerta, soy Helen.
— ¿Quién es? — pregunto yo.
— La novia. — responde Justin.
— ¡Déjame entrar!
Justin abre la puerta. Una chica con greñas blancas y docenas de billetes colgando de imperdibles de la cola del vestido, se mete en el baño y cierra la puerta tras ella.
— Ha sido una ceremonia preciosa… — le digo a través de mi propio pañuelo. Esta es la situación más incómoda y surrealista que he vivido jamás.
Helen me coge de la mano.
— Ven afuera y disfruta de la fiesta. Puede que mi tía sea un poco conflictiva, pero no pretende hacer ningún daño. Es más, creo que en el fondo le gustas.
— Voy a acompañarla a casa. — dice Justin, representando el papel de héroe.
— No. No te la llevarás a casa. Y si insistes, tendré que encerraros a los dos en este lavabo para evitarlo.
Helen parece hablar muy en serio.
— Ven conmigo, Justin. Quiero que tus hermanos y tú cantéis. — dice Helen.
— Pero escucha, no creo que… — Justin niega con la cabeza.
— No te he pedido que creas nada. te he pedido que te unas a tus hermanos y que cantéis para mi marido y para mí.
Helen abre la puerta y me pasea por la casa. Sólo se detiene cuando llegamos al jardín. Entonces me suelta la mano para arrebatarle el micrófono al cantante del grupo.
Ryan se acerca a mí.
— Oye… — susurro y Ryan me mira. — Sinceramente, ¿qué opinas de que Justin y yo salgamos juntos?
— Sinceramente, creo que es lo mejor que le ha ocurrido nunca.

2 comentarios:

  1. porfavor siguiente y avisame kiero seguir leyendoo

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  2. Quiero que la sigas porfaaaaa¿sí?Yo dentro de unos años aré 1 blog con una novela.Pero no es de"Justin y tú".Es un relato muuyyy largo De "Justin y Ameliè/Emma.Considero que será bastante original :)

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